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Pre-Historia

PerĆ­odo de la historia de la humanidad que comprende desde el origen del hombre hasta la apariciĆ³n de los primeros testimonios escritos, momento en que comienza el perĆ­odo histĆ³rico propiamente dicho. "la prehistoria se divide en Edad de Piedra, que comprende el PaleolĆ­tico, MesolĆ­tico y NeolĆ­tico, y Edad de los Metales".




La Prehistoria (del latĆ­n prƦ: ‘antes de’, y de latĆ­n historia 'historia', este Ćŗltimo prĆ©stamo del griego Ī¹ĻƒĻ„ĪæĻĪÆĪ±: ‘historia, investigaciĆ³n, noticia’) es, segĆŗn la definiciĆ³n clĆ”sica, el perĆ­odo de tiempo transcurrido desde la apariciĆ³n de los primeros homininos, antecesores del Homo sapiens, hasta que tenemos constancia de la existencia de documentos escritos, algo que ocurriĆ³ en primer lugar en el Oriente PrĆ³ximo hacia el 3300 a. C.; en el resto del planeta, posteriormente.

Mapamundi de las migraciones de Homo sapiens, con el polo norte como centro. Los patrones de migraciĆ³n estĆ”n basados en estudios del ADN mitocondrial (matrilinear). Los nĆŗmeros representan miles de aƱos. Ɓfrica es el punto de partida, leyĆ©ndose desde la parte superior izquierda hasta AmĆ©rica del Sur en el extremo derecho.

Estado social y tecnolĆ³gico del mundo, hacia 1000 AC.      Cazadores-Recolectores      Pastores nĆ³madas      Sociedades agrĆ­colas simples      Sociedades agrĆ­colas complejas/jefaturas      Estados      Deshabitado
SegĆŗn otros autores, la Prehistoria terminarĆ­a en algunas regiones del mundo antes, con la apariciĆ³n de las sociedades complejas que dieron lugar a los primeros estados y civilizaciones.
Es importante seƱalar que, segĆŗn las nuevas interpretaciones de la ciencia histĆ³rica, la prehistoria es un tĆ©rmino carente de significado real en el sentido que fue entendido por generaciones. Si se considera a la Historia, tomando la definiciĆ³n de Marc Bloch, como el «acontecer humano en el tiempo», todo es Historia existiendo el ser humano, y la Prehistoria podrĆ­a, forzadamente, solo entenderse como el estudio de la vida antes de la apariciĆ³n del primer homĆ­nido en la tierra. Desde el punto de vista cronolĆ³gico, sus lĆ­mites estĆ”n lejos de ser claros, pues ni la llegada del ser humano ni la invenciĆ³n de la escritura tienen lugar al mismo tiempo en todas las zonas del planeta.
Por otra parte, hay quienes defienden una definiciĆ³n de esta fase o, al menos, su separaciĆ³n de la Historia Antigua, en virtud de criterios econĆ³micos y sociales en lugar de cronolĆ³gicos, pues Ć©stos son mĆ”s particularizadores (es decir, mĆ”s ideogrĆ”ficos) y aquellos, mĆ”s generalizadores y por tanto, mĆ”s susceptibles de proporcionar una visiĆ³n cientĆ­fica.
En ese sentido, el fin de la Prehistoria y el inicio de la Historia lo marcarĆ­a una estructuraciĆ³n creciente de la sociedad que provocarĆ­a una modificaciĆ³n sustancial del hĆ”bitat, su aglomeraciĆ³n en ciudades, una socializaciĆ³n avanzada, su jerarquizaciĆ³n, la apariciĆ³n de estructuras administrativas, de la moneda y el incremento de los intercambios comerciales de larga distancia. AsĆ­, no serĆ­a muy correcto estudiar dentro del Ć”mbito de la Prehistoria sociedades de carĆ”cter totalmente urbano como los incas y mexicas en AmĆ©rica, el Imperio de Ghana y el Gran Zimbabue en Ɓfrica o los jemĆ©res en el sudeste asiĆ”tico, que solamente son identificados con este perĆ­odo por la ausencia de textos escritos que de ellos tenemos1 (los mayas han entrado hace muy poco plenamente en la Historia al haberse descifrado sus glifos, que tienen valor fonĆ©tico, por lo que forman un sistema completo de escritura).

Prehistoria, Historia y ArqueologĆ­a

Desde el punto de vista mĆ”s tradicional, se considera que la Prehistoria es una especialidad cientĆ­fica que estudia, por medio de la excavaciĆ³n, los datos de este periodo de la Historia que ha precedido a la invenciĆ³n de la escritura. Los restos arqueolĆ³gicos son la principal fuente de informaciĆ³n y para estudiarlos se utilizan numerosas disciplinas auxiliares, como la fĆ­sica nuclear (para efectuar dataciones absolutas), el anĆ”lisis por espectrĆ³metro de masas (de componentes lĆ­ticos, cerĆ”micos o metĆ”licos), la geomorfologĆ­a, la edafologĆ­a, la tafonomĆ­a, la trazalogĆ­a (para las huellas de uso), la paleontologĆ­a, la paleobotĆ”nica, la estadĆ­stica no paramĆ©trica, la etnografĆ­a, la paleoantropologĆ­a, la topografĆ­a y el dibujo tĆ©cnico, entre otras muchas ciencias y tĆ©cnicas. De manera que hay un gran nĆŗmero de personas que consideran a la Prehistoria como una especialidad dentro de la Historia, pero mucho mĆ”s tecnificada y pluridisciplinaria.
La metodologĆ­a de base para la obtenciĆ³n de datos en la Prehistoria es, obviamente, la ArqueologĆ­a, por lo que hasta hace muy poco Prehistoria y ArqueologĆ­a eran confundidas constantemente. En los Ć”mbitos acadĆ©micos de la Europa continental la Prehistoria es una especialidad de la Historia, siendo habitual que haya departamentos de Prehistoria dentro de las facultades de Historia y tambiĆ©n es normal que la financiaciĆ³n de las investigaciones corra a cargo de instituciones de orientaciĆ³n humanĆ­stica o la propia administraciĆ³n estatal. En cambio, en AmĆ©rica y las Islas BritĆ”nicas la Prehistoria estĆ” siendo supeditada a la ArqueologĆ­a (ArqueologĆ­a procesual), la cual, a su vez, suele verse como una especialidad de la AntropologĆ­a, cuyo alcance, en cualquier caso, no se limita a las fases preliterarias de la Historia, sino a cualquier periodo pretĆ©rito, aunque sea muy reciente. AdemĆ”s, la organizaciĆ³n de los departamentos de ArqueologĆ­a anglosajones suele ser diferente al asociarse a menudo a las Ciencias Naturales, incluyendo laboratorios propios y sistemas de financiaciĆ³n ligados a organismos enfocados a tales ciencias (en Estados Unidos, por ejemplo, la National Science Foundation y en Gran BretaƱa el Natural Environment Research Council) o fundaciones mĆ”s relacionadas con el sector privado.3
Los Ćŗltimos estadios de la Prehistoria, la Protohistoria, englobarĆ­an, segĆŗn algunas interpretaciones, los periodos sin escritura de ciertas culturas contemporĆ”neas de los pueblos histĆ³ricos, cuyos textos nos dan una informaciĆ³n adicional sobre estos grupos Ć”grafos, y segĆŗn otras, aquellas sociedades en proceso de formaciĆ³n de un estado, pero que no tienen escritura. Estas definiciones son bastante limitadas, siendo la primera escasamente Ćŗtil fuera del Ć”mbito europeo. AsĆ­, debido a la complejidad del concepto, Ć©ste es poco usado y las culturas protohistĆ³ricas suelen incluirse tanto en el estudio de la Prehistoria como en los primeros momentos de la Historia antigua.
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Prehistoria de Ɓfrica

Ɓfrica es la cuna de la humanidad y es en la actualidad el continente en el que mĆ”s poblaciones siguen utilizando tecnologĆ­as prehistĆ³ricas. Resulta fĆ”cil concluir que la prehistoria de Ɓfrica es la mĆ”s larga y compleja de todo el globo.4 Pero esto no siempre fue visto asĆ­, ya que durante el siglo XIX y hasta mediados del XX se adjudicaba a Asia nuestro origen. Esta teorĆ­a era la consecuencia de que los fĆ³siles de homininos mĆ”s antiguos con los que se contaba entonces procedĆ­an de allĆ­: el Hombre de Java y el de PekĆ­n. Tal visiĆ³n cambiĆ³ radicalmente con los trabajos realizados en el Ɓfrica austral y oriental, y publicados a partir de los aƱos cincuenta del siglo XX, que remontaron la antigĆ¼edad de los fĆ³siles africanos (de Australopithecus y Homo) a cuatro millones de aƱos atrĆ”s.5

Ɓfrica subsahariana

En el Ɓfrica subsahariana nacieron y evolucionaron buena parte de las especies de homininos antepasados nuestros. De allĆ­ saliĆ³ Homo ergaster para colonizar Asia y Europa, Homo antecessor hacia la PenĆ­nsula ibĆ©rica y, finalmente, Homo sapiens para dominar todo el mundo.6 Posteriormente, el corazĆ³n del continente vio como florecieron importantes culturas que fueron decayendo, unas por su propia dinĆ”mica interna y, otras por la continua sangrĆ­a provocada por la explotaciĆ³n colonial y/o esclavista iniciada en tiempos de los cartagineses, y perpetuada por los romanos, los Ć”rabes y los europeos (estos Ćŗltimos a partir de la Edad Moderna).

Paleolƭtico del Ɓfrica subsahariana

En Ɓfrica subsahariana para el PaleolĆ­tico suele utilizarse la periodizaciĆ³n anglosajona, aunque Ć©sta obvia toda la fase de desarrollo correspondiente al gĆ©nero Australopithecus:
  • ESA (Early Stone Age o Edad de Piedra temprana) se refiere al periodo comprendido desde la apariciĆ³n del primer miembro del gĆ©nero Homo, hace mĆ”s de dos millones y medio de aƱos, hasta hace unos 200 000. Se divide en dos etapas tecnolĆ³gicas: olduvayense o modo tĆ©cnico 1 y achelense o modo tĆ©cnico 2.

La garganta de Olduvai.
La industria olduvayense es la mĆ”s antigua del mundo. Aunque recibe su nombre del yacimiento epĆ³nimo de Olduvai, en Tanzania, los hallazgos mĆ”s antiguos aparecen mĆ”s al norte, en EtiopĆ­a, concretamente en la cuenca del rĆ­o Omo, donde la investigadora francesa HĆ©lĆØne Roche ha datado herramientas talladas en el arroyo de Kada Gona (Afar), por medio del potasio-argĆ³n, en 2,6 millones de aƱos de antigĆ¼edad. La olduvayense es una industria compuesta, fundamentalmente, por cantos tallados y lascas. Se atribuye normalmente al Homo habilis o al Homo rudolfensis, aunque segĆŗn ciertos investigadores las especies mĆ”s inteligentes de Australopithecus (por ejemplo el Australopithecus garhi) tambiĆ©n pudieron elaborar herramientas, lo cual plantea numerosas controversias.
La industria achelense apareciĆ³ hace 1,5 millones de aƱos, al parecer ligada a una nueva especie humana, probablemente Homo ergaster,7 aunque existe un cierto hiato evolutivo en cuanto a los fĆ³siles de este periodo. El Achelense africano, sin duda el originario, se caracteriza por el empleo del bifaz, el hendidor, el canto tallado, la raedera, los denticulados y una serie de tĆ©cnicas y mĆ©todos de talla relativamente avanzados (mĆ©todo Levallois y sus variantes africanas, que son muchas mĆ”s que las europeas).
  • MSA (Middle Stone Age o Edad de la Piedra intermedia), es el periodo que va desde hace 200 000 aƱos hasta hace 30 000. Se desarrollaron industrias muy parecidas entre ellas, para las que se han establecido numerosas variantes regionales basadas, sobre todo, en la influencia de la materia prima local, que parece condicionar la tecnologĆ­a y la tipologĆ­a lĆ­tica.
En el Ɓfrica oriental y austral (Pietersburg y Bambata) destaca el Stillbayense, que se extiende por el sur de Ɓfrica hasta Rodesia y la zona oriental. Se caracteriza por las raederas, las puntas triangulares, las puntas foliĆ”ceas bifaciales y las lascas laminares. Otra industria propia de las llanuras de SudĆ”frica es el Fauresmithiense, que tiene un fuerte componente Levallois y piezas de tradiciĆ³n achelense (bifaces, hendidores...), pero de pequeƱo tamaƱo. Las industrias de Ɓfrica central son mĆ”s arcaicas, como el Sangoense, que parece un Achelense tardĆ­o. Es difĆ­cil atribuir grupos humanos a cada una de esas industrias; quizĆ”s las mĆ”s arcaicas correspondan a Homo rhodesiensis y las mĆ”s evolucionadas a los primeros Homo sapiens (tal vez a Homo sapiens idaltu u otra subespecie, cuyos restos se documentan en los yacimientos de Border Cave y Klaisies River Mouth, SudĆ”frica, y en Herto, EtiopĆ­a).
  • LSA (Late Stone Age o Edad de Piedra tardĆ­a) es el Ćŗltimo periodo del PaleolĆ­tico del Ɓfrica subsahariana. Las industrias tĆ­picas del Ɓfrica oriental son nĆŗcleos discoides, piezas foliĆ”ceas bifaciales y microlitos geomĆ©tricos. En Ɓfrica central tenemos el Lupembiense, cuyos artefactos mĆ”s caracterĆ­sticos son unos espesos picos foliĆ”ceos finamente retocados. En el sur de Ɓfrica encontramos la cultura aparentemente mĆ”s sofisticada, el Wiltoniense, de caracterĆ­sticas microlĆ­ticas y laminares que fue extendiĆ©ndose hacia el norte y perdurĆ³ hasta Ć©pocas histĆ³ricas, incorporando numerosas innovaciones (llegando incluso, a neolitizarse parcialmente). Por Ćŗltimo, en el Sahel hay industrias emparentadas con el periodo anterior y con rasgos protoneolĆ­ticos, como ocurre con el Gumbiense de EtiopĆ­a (un pueblo de pastores nĆ³madas que conocĆ­an la cerĆ”mica). En muchos de estos lugares tales tecnologĆ­as se mantuvieron sin apenas evoluciĆ³n hasta la expansiĆ³n bantĆŗ o hasta la colonizaciĆ³n europea (por ejemplo, la cultura Gwisho).

Edad de los Metales en el Ɓfrica subsahariana


Escultura nigeriana del siglo XVI.
La metalurgia en la regiĆ³n subsahariana no pasĆ³ por las clĆ”sicas fases del Viejo Mundo (cobre, bronce e hierro), apareciendo solo evidencias de fundiciĆ³n del hierro y en unas fechas muy tempranas respecto a Europa. Hasta mediados de los aƱos setenta del siglo XX se relacionaba la expansiĆ³n lingĆ¼Ć­stica del grupo bantĆŗ por Ɓfrica central y austral (a partir del siglo V a. C. y a costa de, sobre todo, las lenguas joisanas) con la del metal. Pero los datos arqueolĆ³gicos posteriores han desmentido este modelo de tradiciĆ³n colonialista. AsĆ­, las dataciones mĆ”s antiguas relacionadas con artefactos fĆ©rreos se sitĆŗan hacia el 1800 a. C. en lo que actualmente es el desierto de NĆ­ger. Sobre el 1300 a. C. para algunos puntos de Ɓfrica oriental, el 900 a. C. en el Ć”rea del Congo y el 500 a. C. en Zambia y Zimbabue.8
El proceso lingĆ¼Ć­stico bantĆŗ estĆ” todavĆ­a lejos de ser bien comprendido y los estudiosos sostienen diversas teorĆ­as acerca de su gĆ©nesis y desarrollo.8 Puede que los Nok de Nigeria, que vivĆ­an en los valles de los rĆ­os NĆ­ger y BenuĆ©, y eran capaces de fundir y forjar el hierro hace 2500 aƱos estĆ©n relacionados con el origen de los bantĆŗes, aunque no hay pruebas.
Aunque la mayorĆ­a de los grandes reinos de Ɓfrica centro-occidental mantuvieron fuertes lazos de dependencia comercial con las Ć”reas islĆ”micas, ya histĆ³ricas, del norte, sus fuentes narrativas siguieron estando basadas en las tradiciones orales. Tenemos noticias de ellos gracias a los viajeros y misioneros musulmanes que alcanzaron el centro del continente y dejaron constancia en sus escritos. Ese fue el caso de un geĆ³grafo que describiĆ³ en el siglo VIII el imperio de Ghana. Los registros orales fueron puestos por escrito en Ć”rabe gracias a historiadores de TombuctĆŗ, que durante el siglo XVII recogieron tradiciones que se remontaban a los siglos XIII-XIV, relacionadas con el imperio de MalĆ­. En cambio, del imperio Monomotapa, que floreciĆ³ entre los siglos XI y XV gracias a los contactos comerciales con los musulmanes asentados en la costa del ƍndico, no hay documentos escritos hasta la llegada de los portugueses.9

Noroeste de Ɓfrica

El Ɓfrica mediterrĆ”nea tuvo, durante la Edad de Piedra, una periodizaciĆ³n equivalente a la europea, PaleolĆ­tico y NeolĆ­tico. DespuĆ©s, la influencia de la civilizaciĆ³n egipcia y la llegada de colonizadores fenicios aceleraron el ritmo evolutivo respecto a Europa.

Edad de Piedra en el norte de Ɓfrica

  • El PaleolĆ­tico inferior y medio estĆ”n bien representados desde fechas muy remotas.10 AsĆ­, hay numerosas evidencias del olduvayense y del achelense (mĆ”s en el Magreb que en la zona del Nilo), pudiĆ©ndose aƱadir a las industrias lĆ­ticas diversos tipos de restos humanos (la mandĆ­bula de Ternifine, en Argelia, que podrĆ­a ser atribuida a Homo heidelbergensis o el crĆ”neo de Jebel Irhoud, en Marruecos, de aspecto neandertaloide). Durante este periodo existe similitud entre los grupos norteafricanos y los de Europa occidental.
  • La cultura ateriense parece romper esa tendencia y separa la evoluciĆ³n tĆ©cnico-cultural (especialmente en la zona del SĆ”hara) de la de sus vecinos. Aunque es similar al musteriense (modo tĆ©cnico 3) en algunas de sus tĆ©cnicas lĆ­ticas, tiene sus propias particularidades que lo diferencian de aquel, como serĆ­an la costumbre de elaborar utensilios pedunculados o una cronologĆ­a que no podrĆ­a ubicarse en las fases de la Prehistoria europea (48 000 a. C.-30 000 a. C., aunque haya constancia de su pervivencia durante al menos diez mil aƱos mĆ”s).

CrĆ”neo tipo Mechta el-Arbi, con avulsiĆ³n de incisivos.
  • La cultura iberomaurisiense es tambiĆ©n exclusiva del norte de Ɓfrica, especialmente de las costas magrebĆ­es. Su prolongada cronologĆ­a se solapa con el Ateriense y parece abarcar el equivalente a todo el PaleolĆ­tico superior europeo, apreciĆ”ndose en Ć©l una clara evoluciĆ³n. Se trata de un complejo cultural con industria Ć³sea bien desarrollada y una industria lĆ­tica a base de hojas. Con el tiempo tendiĆ³ a la microlitizaciĆ³n, primero laminar y luego geomĆ©trica, atestiguĆ”ndose un temprano empleo de la tĆ©cnica del golpe de microburil. En cuanto a los restos humanos, destacan los de Mechta el-Arbi (Argelia), de tipo cromaƱoide.
  • La cultura capsiense es otro grupo cultural de origen claramente magrebĆ­.11 Sus comienzos se sitĆŗan hacia el 8000 a. C., dentro del EpipaleolĆ­tico local. Destaca por la abundancia de materiales, entre los cuales se encuentran Ćŗtiles laminares y microlĆ­ticos (los hay foliĆ”ceos de bella factura), junto a las caracterĆ­sticas botellas fabricadas en huevos de avestruz y los abundantes concheros. La caza, la recolecciĆ³n y el marisqueo debieron ser las fuentes principales de sustento. Hacia el quinto milenio se convirtieron en semisedentarios, adoptando la ganaderĆ­a (complementada con una agricultura muy rudimentaria) y utilizando la cerĆ”mica. Por todo ello, en esta fase final se habla de un NeolĆ­tico de tradiciĆ³n capsiense.

Principales yacimientos del Iberomaurisiense y del Capsiense en el Magreb.

Figurilla protodinƔstica de Maadi.
  • El NeolĆ­tico de la zona del Nilo es particularmente avanzado, con dos focos principales situados respectivamente en el Delta (MerimdĆ©), y en el alto Egipto (el Badariense).12 Aunque ambas tienen sus propias particularidades y diferencias, comparten ciertos rasgos que permiten sostener que existĆ­an relaciones entre ellas. TenĆ­an grandes asentamientos completamente sedentarios, cuya economĆ­a se basaba en la agricultura y la ganaderĆ­a. Sus cabaƱas, hechas con barro, ramas y caƱas, contienen hogares, silos para el grano e incluso inhumaciones en fosa con ajuar. La cerĆ”mica es variada, mostrando modelos monocromos y otros pintados, y el resto de la cultura material es muy rica: hay cuchillos de sĆ­lex con una talla primorosa (tal vez ceremoniales), paletas de esquisto para la mezcla de pigmentos, productos para la confecciĆ³n de tejidos, puntas de flecha, ornamentos en piedras semipreciosas (a menudo importadas), estatuillas de animales y de personas, y (en la etapa final) piezas de cobre. Estos grupos culturales se inscriben en el llamado periodo predinĆ”stico de Egipto y son considerados como la etapa previa a la entrada de Egipto en la Historia.

El metal y la entrada en la Historia del norte de Ɓfrica

  • El Nilo: La eclosiĆ³n de la civilizaciĆ³n egipcia se iniciĆ³ ya en el IV milenio a. C. con el surgimiento de numerosas ciudades, los primeros jeroglĆ­ficos y la apariciĆ³n de dos grandes estados (el Alto y el Bajo Egipto) en el periodo llamado ProtodinĆ”stico. Estos estados acabaron siendo unificados por el primer faraĆ³n, el rey Narmer, aproximadamente en el 3150 a. C. De este modo, la zona oriental de Ɓfrica entrĆ³ muy tempranamente en la Historia y, ademĆ”s, se convirtiĆ³ en un foco de irradiaciĆ³n cultural que no solo afectĆ³ al MediterrĆ”neo, sino tambiĆ©n a gran parte del continente africano.

LĆ­bico representado en una tumba egipcia.
  • El Magreb, en cambio es un caso muy diferente.13 Mientras que durante el segundo milenio antes de nuestra era buena parte del MediterrĆ”neo comenzaba a ser recorrido por navegantes a la bĆŗsqueda de materias primas como el cobre y el oro, el Magreb quedaba al margen de este flujo de contactos e intercambios econĆ³mico-culturales. La etnia bereber, de la que se desconoce su procedencia (aunque los estudiosos creen que su lengua es de orĆ­genes afroasiĆ”ticos), era predominante en la regiĆ³n. La primera noticia de este grupo humano procede de textos egipcios datados en el 2300 a. C., donde se les denomina «tĆ©hmĆ©now»; posteriormente los citaron en el aƱo 1227 a. C. cuando parece que atacaron el Delta, pero esta vez ya se les denominĆ³ «libou», es decir, libios. Desde entonces los textos clĆ”sicos se refirieron a los indĆ­genas del Magreb como pueblos lĆ­bicos. Sus restos funerarios se componen de cistas bajo tĆŗmulo, dĆ³lmenes (mucho mĆ”s tardĆ­os que los del occidente europeo) y, en los momentos finales, unos pequeƱos hipogeos llamados «haouanets» (por ejemplo, los de Debbabsa, en TĆŗnez).
Desde finales del segundo milenio a.C. se cree que los fenicios frecuentaban las costas del Magreb, fundando las primeras factorĆ­as en torno al 1100 a. C. Ɖstas fueron ƚtica (cerca de Bizerta) y Oea (en los alrededores de TrĆ­poli), aunque la mĆ”s importante fue, sin duda, Cartago, en el 814 a. C. La influencia ejercida por los cartagineses se plasmĆ³ en la apariciĆ³n, a partir del siglo V a. C., de las primeras monarquĆ­as indĆ­genas en la propia Cirenaica (los colonos griegos hablan del rey Battus, fundador de la dinastĆ­a de los BatĆ­adas), en Ghana y en Numidia (donde uno de sus reyes, Masinisa, se hizo legendario por sus cambios de bando en la Tercera Guerra PĆŗnica). Asimismo, los pĆŗnicos introdujeron tambiĆ©n mejoras agropecuarias, el hierro, el torno de alfarero, la acuƱaciĆ³n de moneda y, finalmente, propiciaron la invenciĆ³n de un tipo propio de escritura: el «alfabeto lĆ­bico» o tifinagh, que, ha sobrevivido hasta la actualidad entre ciertas tribus de tuaregs.

Inscripciones en alfabeto lĆ­bico de la cueva de Tafira (Argelia).

Prehistoria de Oriente PrĆ³ximo

En nuestro Ć”mbito se suelen usar indistintamente las expresiones "Oriente Medio" y "Oriente PrĆ³ximo" para designar a la regiĆ³n del Oriente mĆ”s prĆ³xima a Europa, que es sinĆ³nimo de Asia sudoccidental. En cualquier caso, desde el punto de vista histĆ³rico, el Oriente PrĆ³ximo es lo que se denomina una zona nuclear, la cual irradiĆ³ continuas innovaciones y cambios que influyeron decisivamente en el desarrollo tecnolĆ³gico y social de toda Eurasia.

PaleolĆ­tico en Oriente PrĆ³ximo

El yacimiento de Mugharet et-Tabun (Israel), ofrece una secuencia casi completa de este periodo: las industrias mƔs antiguas son del achelense final (pertenecientes al modo tƩcnico 2), seguidas de niveles con tƭpicas industrias musterienses (modo 3) y, ya en los superiores, piezas laminares auriƱacienses (modo 4).
  • PaleolĆ­tico inferior: la presencia del ser humano en la zona estĆ” documentada en Dmanisi (Georgia), con la apariciĆ³n de unos restos denominados Homo georgicus, relacionados con Homo erectus y Homo ergaster. Datados en 1,85-1,6 millones de aƱos de antigĆ¼edad, aparecieron acompaƱados de una cultura material muy tosca, de tradiciĆ³n olduvayense (modo 1).
Los primeros bifaces se encontraron en Ubeidiya (Israel), junto a restos humanos muy antiguos. El achelense tĆ­pico de la zona comprenderĆ­a desde hace algo mĆ”s de 800 000 aƱos hasta unos 150 000 aƱos antes del presente (AP).
  • PaleolĆ­tico medio: es muy similar al de toda la cuenca mediterrĆ”nea, ocupada en aquella Ć©poca por el Homo neanderthalensis, aunque los fĆ³siles humanos conocidos en la base de la secuencia temporal poseen rasgos casi idĆ©nticos a los primeros Homo sapiens que aparecen en la MSA africana, con una antigĆ¼edad probada de unos 100 000 aƱos. Han sido hallados en los yacimientos de Skhul y Qafzeh. En cambio, los neandertales son, cronolĆ³gicamente posteriores, datados alrededor de 60 000 aƱos AP en las cuevas de Amud y Kebara. Todo parece indicar que los humanos modernos llegaron a Oriente Medio desde Ɓfrica antes de que los neandertales llegasen desde Europa. QuizĆ”s se encontraron allĆ­ o puede que los primeros ya se hubieran ido. El caso es que ambas especies de homininos compartĆ­an algunos rasgos culturales: utilizaban la misma tecnologĆ­a lĆ­tica, la musteriense, controlaban el fuego y enterraban a sus muertos.14
  • PaleolĆ­tico superior: parecen diferenciarse dos complejos tecnolĆ³gico/estilĆ­sticos paralelos, ambos con microlitos. Por un lado, estarĆ­a el Ahmariense, que se caracteriza por una tecnologĆ­a laminar formada por piezas de dorso y cuchillos, aunque el fĆ³sil director es la punta de base retocada o punta de El-Wad. Por otro, distinguirĆ­amos el AuriƱaciense levantino, procedente de Europa oriental y que se caracteriza por grandes lascas y gruesas hojas que servirĆ­an de soporte para raspadores, buriles y hojas con retoque escamoso; destacarĆ­an ademĆ”s las hojitas de Dufour y la industria Ć³sea.

MesolĆ­tico en Oriente PrĆ³ximo

ComenzĆ³ al finalizar la Ćŗltima glaciaciĆ³n. La caza y la recolecciĆ³n siguieron siendo bĆ”sicas para la supervivencia humana (se inventaron el arco y las flechas), pero, en algunas regiones, los nĆ³madas se fueron transformando en semisedentarios, la caza se especializĆ³ en unas pocas especies, intensificĆ”ndose, y la recolecciĆ³n se convirtiĆ³ en forrajeo organizado. AsĆ­ surgieron los grupos mesolĆ­ticos mĆ”s significativos de la regiĆ³n: los natufienses, que vivĆ­an en pequeƱos poblados, asociados a silos, y poseĆ­an diversas herramientas para cosechar y elaborar cereales panificables.

NeolĆ­tico en Oriente PrĆ³ximo


El Creciente FĆ©rtil.
Datado hacia el 8000 a. C. en la regiĆ³n denominada Creciente FĆ©rtil, es decir, Mesopotamia (hoy en dĆ­a Irak), regiones adyacentes de TurquĆ­a e IrĆ”n, asĆ­ como CanaĆ”n (actualmente Siria, Jordania, Israel y Palestina). Es una de las Ć”reas nucleares de la neolitizaciĆ³n, considerada la mĆ”s antigua. AllĆ­ se domesticaron algunas de las especies de animales bĆ”sicas para dar lugar a los inicios de la ganaderĆ­a y se comenzaron a cultivar ciertas plantas sin las cuales no entenderĆ­amos la agricultura. AdemĆ”s:
  • Se modificaron algunas herramientas, como las hachas pulimentadas.
  • Se recombinaron elementos conocidos para crear otros nuevos: la cerĆ”mica y los tejidos.
  • Se fundaron los primeros poblados estables (sedentarizaciĆ³n).
  • Por primera vez se produjeron alimentos y otros productos en mayor cantidad de la necesaria, creando excedentes.
  • Se produjo un fuerte aumento demogrĆ”fico que hizo que alguna aldea se convirtiera en proto-ciudad: JericĆ³ (Cisjordania).

Edad de los Metales en Oriente PrĆ³ximo

Aunque en el PrĆ³ximo Oriente el desarrollo de la metalurgia del bronce coincidiĆ³ con la apariciĆ³n de documentos escritos y el nacimiento de las primeras civilizaciones (dejando sin sentido que tratemos la Edad de los Metales como una etapa prehistĆ³rica global), la fase calcolĆ­tica sigue siendo todavĆ­a prehistĆ³rica.

Edad del Cobre en Oriente PrĆ³ximo


Estatua de Kurlil, procedente de las inmediaciones del templo de Ninhursag en El Obeid (dinastĆ­as arcaicas)
El CalcolĆ­tico o EneolĆ­tico es la Edad del Cobre (en griego cobre se dice Ī§Ī±Ī»ĪŗĻŒĻ‚ = «khalkĆ³s»). El cobre comenzĆ³ a ser utilizado durante el NeolĆ­tico en forma de objetos martillados a partir de pepitas de metal nativo. Las primeras evidencias corresponden a la cueva de Shanidar (montes Zagros, Irak), donde se hallaron colgantes hechos con cuentas de cobre en niveles correspondientes al 9500 a. C., o sea, del NeolĆ­tico inicial.15 EmpezĆ³ a ser fundido en el sur de Anatolia y el KurdistĆ”n durante el VI milenio a. C. para realizar punzones, agujas y adornos, mientras se seguĆ­an utilizando las mismas herramientas lĆ­ticas (o de otros materiales) del NeolĆ­tico, ya que los artefactos metĆ”licos eran menos eficaces que los de sĆ­lex u obsidiana.
En Mesopotamia la metalurgia del cobre (y del plomo) aparece en los complejos culturales de Samarra (Irak) y Tell-Halaf (Siria), hacia mediados del VI milenio a. C. En ambos se habĆ­a empezado a practicar la agricultura de regadĆ­o y se elaboraron cerĆ”micas hechas a mano de alta calidad. Los grupos halafienses construyeron santuarios, realizaron pequeƱas esculturas y utilizaban sellos. En el sur mesopotĆ”mico destacan el yacimiento de Eridu, donde se construyĆ³ un templo de pequeƱo tamaƱo, y El Obeid, que nos ha legado cerĆ”mica hecha a torno, armas y adornos de metal, asĆ­ como templos monumentales que anticipaban los posteriores zigurat.
Desde el 5000 a. C. en Ugarit (Siria) y desde el 4500 a. C. en Palestina y Biblos (LĆ­bano) comenzaron a manufacturarse pequeƱas cantidades de objetos metĆ”licos que en el caso de Biblos no solo fueron de cobre sino tambiĆ©n de oro y plata.
A pesar de que los fĆ³siles directores de esta fase son los objetos de cobre fundido, la metalurgia no es la principal innovaciĆ³n asociada con este perĆ­odo. Complejos procesos como la intensificaciĆ³n de la producciĆ³n, la especializaciĆ³n artesanal o la estratificaciĆ³n social provocaron una serie de fenĆ³menos que desembocaron en la apariciĆ³n de las primeras sociedades complejas o preestatales, que se transformaron durante el Bronce antiguo en estados.

Prehistoria de Asia

Paleolƭtico asiƔtico


CrƔneo del denominado "Hombre de Pekƭn", un Homo erectus
  • PaleolĆ­tico inferior: el primer humano documentado en Asia (exceptuando Oriente PrĆ³ximo, visto mĆ”s arriba) es el Homo erectus, hallado en China occidental y Java (Indonesia), con unas antigĆ¼edades respectivas de 1,7 y 1,3 millones de aƱos AP. Tradicionalmente se ha creĆ­do que mĆ”s allĆ” de la actual India sĆ³lo habĆ­an artefactos lĆ­ticos pertenecientes al modo tĆ©cnico 1, pero recientemente se han descubierto bifaces (modo tĆ©cnico 2) en Mongolia, Vietnam y una regiĆ³n china limĆ­trofe con este Ćŗltimo paĆ­s. Zhoukoudian, cerca de PekĆ­n, es uno de los yacimientos clĆ”sicos, donde se han encontrado abundantes restos de homininos, fauna, flora, industria lĆ­tica y de uso del fuego.16
  • PaleolĆ­tico medio: en India, China y el Sudeste asiĆ”tico se desarrollaron tambiĆ©n tecnologĆ­as lĆ­ticas de lascas obtenidas mediante el mĆ©todo Levallois (modo tĆ©cnico 3), aunque no serĆ­an propiamente musterienses y siguieron siendo utilizados abundantemente los cantos tallados.17
  • PaleolĆ­tico superior: Homo sapiens desplazĆ³ al H. erectus en todo el continente. Hay industrias lĆ­ticas laminares, lascas y raspadores en el macizo de AltĆ”i (a partir del 43 000 AP), China, India, PakistĆ”n, Sri Lanka (desde el 33 000 AP), Tailandia, Borneo (con pinturas rupestres), Corea y JapĆ³n (poblado a partir del 25 000-20 000 AP).18

Mesolƭtico asiƔtico

Al este del Oriente PrĆ³ximo los grupos epipaleolĆ­ticos/mesolĆ­ticos son poco conocidos, aunque se han encontrado industrias microlĆ­ticas en India (MadrĆ”s y Guyarat), en Tailandia, Indonesia, China, Manchuria, Mongolia, Corea y JapĆ³n. Corresponden a grupos que practicaban la recolecciĆ³n, la caza, la pesca y el marisqueo.19

Neolƭtico asiƔtico

Tanto el Subcontinente indio como Asia Oriental y el Sudeste asiĆ”tico son considerados por la mayorĆ­a de los investigadores como Ć”reas nucleares en la neolitizaciĆ³n.
  • Subcontinente indio: a principios del VII milenio a. C. comenzaron a formarse aldeas estables de carĆ”cter agropecuario en el alto Indo, que, posteriormente, se extendieron hacia el sur. Durante el VI milenio a. C. ocurriĆ³ algo similar en el alto Ganges.
  • Asia oriental: a finales del VII milenio a. C. se desarrollĆ³ un nĆŗcleo neolĆ­tico autĆ³ctono en el Amarillo alto, donde se cultivaba mijo y se domesticaron el cerdo y el perro, mientras en la China meridional se comenzĆ³ a cultivar el arroz.
  • Sudeste asiĆ”tico: en el VI milenio a. C. en el norte de Tailandia se domesticaron los guisantes y las habas.20

Figurilla femenina correspondiente a la cultura del valle del Indo (hacia 2500-1900 a. C.)

Edad de los Metales asiƔtica

La metalurgia del cobre estĆ” presente en la cultura urbana del valle del Indo (o de Harappa), que se desarrollĆ³ independientemente de las civilizaciones del Creciente FĆ©rtil entre 2700-1700 a. C. Harappa o Mohenjo-Daro fueron autĆ©nticas ciudades con casas de adobe y ladrillo estandarizados, urbanismo reticular formando barrios, con murallas y centros ceremoniales. El cobre sirviĆ³ inicialmente para producir bienes de prestigio y despuĆ©s para fabricar herramientas y armas.21
En los valles de los rĆ­os chinos Amarillo y YangtsĆ© se ha documentado la metalurgia del cobre desde mediados del IV milenio a. C. pero no estĆ” claro si es autĆ³ctona o importada de otras regiones asiĆ”ticas. En los grupos calcolĆ­ticos de Longshan se aprecian las primeras formas protoestatales, que dieron lugar a la cultura de Erlitou, muy relacionada con la primera dinastĆ­a conocida, la Xia y con la generalizaciĆ³n del uso del bronce. En Vietnam y Tailandia el cobre fundido se fecha durante el III milenio a. C., pero su conocimiento es de clara influencia india y china. El bronce aparece en Siam a principios del II milenio a. C.; posteriormente, en Vietnam se elaborarĆ”n los sofisticados tambores de bronce Dong Son.22

Prehistoria de Europa


ExcavaciĆ³n del yacimiento de Gran Dolina en Atapuerca. En el nivel TD-10, que se observa donde se encuentra el mayor grupo de excavadores, aparecieron herramientas del PaleolĆ­tico medio. El nivel inferior, situado debajo de los andamios, es TD-6, donde se han encontrado herramientas del PaleolĆ­tico inferior.
Durante toda su Prehistoria el continente europeo fue tributario de las tradiciones culturales de Ɓfrica y Oriente PrĆ³ximo. Si exceptuamos la cultura musteriense y quizĆ” la auriƱaciense, asĆ­ como el desarrollo del arte paleolĆ­tico, el megalitismo, el vaso campaniforme o la cerĆ”mica cordada, buena parte de la evoluciĆ³n registrada durante esta fase es el resultado de importaciones forĆ”neas. Solo el desarrollo de la cultura clĆ”sica grecorromana (ya histĆ³rica) puso a Europa a la altura de las grandes civilizaciones de otros continentes.23

Edad de Piedra europea

La Edad de Piedra europea sigue dividiĆ©ndose en tres etapas, siguiendo las propuestas de John Lubbock, que en 1865 separĆ³ el PaleolĆ­tico y el NeolĆ­tico. A Ć©stas se uniĆ³ posteriormente el MesolĆ­tico/EpipaleolĆ­tico, gracias al descubrimiento del tardenoisiense por Gabriel de Mortillet, realizado entre 1885 y 1897.24 La definiciĆ³n de las tres Edades de la Piedra fue precisada y enriquecida por las propuestas de Henri Breuil en 1932. Desde entonces, aunque se hayan revisado las referencias y muchos conceptos errĆ³neos, esta divisiĆ³n apenas ha sufrido alteraciones relevantes.

El NeolĆ­tico en Europa
  • El NeolĆ­tico llegĆ³ a Europa en el sexto milenio a.C., procedente del Oriente prĆ³ximo y a travĆ©s de la PenĆ­nsula balcĆ”nica y la cuenca MediterrĆ”nea, aunque hay constancia ya en el VII milenio a. C. de cronoculturas protoneolĆ­ticas en los Balcanes: se trata de pueblos acerĆ”micos, con una agricultura rudimentaria e itinerante, con ganaderĆ­a y numerosas pervivencias mesolĆ­ticas (caza, pesca y recolecciĆ³n, hĆ”bitats en cuevas, sin hachas pulimentadas, etc.). Aunque los primeros poblados sedentarios son muy pequeƱos, pronto se desarrollaron yacimientos como Sesklo o Nea Nikomedia, ambos sobre elevaciones del terreno, con murallas y bastiones y, en su interior, construcciones rectangulares con un vestĆ­bulo de acceso, en las cuales se han hallado cerĆ”micas pintadas y figurillas femeninas.
En el MediterrĆ”neo occidental se cree que hubo una fase precerĆ”mica fundamentalmente ganadera y relacionada con hĆ”bitats en cueva, previa a la apariciĆ³n de unos grupos de carĆ”cter agrĆ­cola y ganadero identificados tradicionalmente por un elemento caracterĆ­stico, la cerĆ”mica cardial. Estas tĆ­picas cerĆ”micas decoradas con impresiones de conchas de berberecho (Cardiidae) aparecen tanto en la orilla africana como en la europea del MediterrĆ”neo, desde Dalmacia a la PenĆ­nsula ibĆ©rica (verde claro en el mapa).
La neolitizaciĆ³n penetrĆ³ hacia el centro de Europa durante el quinto milenio a.C. y a travĆ©s del Danubio; su fĆ³sil director es la llamada cerĆ”mica de bandas (pardo claro en el mapa), cuya influencia se extendiĆ³ desde lo que hoy es HungrĆ­a hasta los actuales PaĆ­ses Bajos. La cerĆ”mica de bandas estĆ” decorada en frisos superpuestos con motivos diversos, destacando los meandros, las volutas y las formas angulosas. Los grupos que la utilizaban habitaban en poblados fortificados, algunos de gran tamaƱo (hasta 40 hectĆ”reas).
Hacia el 4000 a. C. casi toda Europa estaba neolitizada. Por esas fechas empezaron a aparecer en varias regiones atlĆ”nticas (desde Portugal a Dinamarca) y de manera mĆ”s o menos simultĆ”nea, unas estructuras colosales de carĆ”cter mayoritariamente funerario (pero no Ćŗnicamente), englobadas en un fenĆ³meno denominado megalitismo. Este nuevo fenĆ³meno cultural sobrepasĆ³ el Ć”mbito neolĆ­tico, perdurando durante el CalcolĆ­tico y la Edad del Bronce, hasta el 1500 a. C.. Hacia los momentos finales se llegaron a construir algunos de los monumentos mĆ”s impresionantes (como las Ćŗltimas fases de Stonehenge).
Los monumentos megalĆ­ticos han sido interpretados como centros simbĆ³licos y/o rituales de las poblaciones de su entorno, de las cuales se conocen muy pocos datos: algunas cabaƱas dispersas de madera o piedra, acumulaciones de sĆ­lex, fosas y hogares, son las evidencias halladas. La excepciĆ³n la constituye el interesante poblado de Skara Brae, en las islas Orcadas (Escocia). TambiĆ©n se han encontrado en el norte y noroeste de Europa ciertos recintos delimitados por fosos sucesivos, terraplenes y empalizadas, denominados campos atrincherados, que funcionarĆ­an, posiblemente, como espacios rituales complementarios de los megalitos.26

Menhir de
Saint-Macaire (Francia).

El dolmen de Axeitos, en Galicia.

Alineamiento de menhires en Carnac, Francia.
Los monumentos megalĆ­ticos son construcciones formadas por grandes piedras de hasta varias toneladas de peso. Se podrĆ­an diferenciar cinco clases de monumentos:
  • Menhir: es una gran piedra puesta de pie que marcarĆ­a un lugar sagrado.
  • Alineamiento: es un conjunto de menhires puestos en fila.
  • CrĆ³mlech: es un conjunto de menhires puestos en cĆ­rculo. Se supone que el alineamiento y el crĆ³mlech eran una especie de templos al aire libre
  • Dolmen: Es un monumento complejo donde se enterraba a los miembros de la comunidad. Constaba de un corredor o pasillo de entrada y de una cĆ”mara funeraria, ambos construidos con grandes lajas de piedra. Todo ello cubierto por un montĆ­culo de tierra y cascotes denominado tĆŗmulo. Todos los difuntos eran depositados en la misma cĆ”mara funeraria, ya que se trataba de un lugar de enterramiento colectivo. Junto a los cadĆ”veres se colocaban ofrendas funerarias, como armas, comida y joyas, entre otros elementos.
  • Trilito: Dos piedras paralelas y verticales, no muy separadas entre si y una horizontal puesta sobre ella.

Edad de los Metales en Europa

CalcolĆ­tico europeo

Hasta los aƱos 70 del siglo XX los modelos difusionistas establecĆ­an que la metalurgia llegĆ³ a Europa a travĆ©s del CĆ”ucaso y Anatolia en el cuarto milenio a. C.. Pero las dataciones de carbono-14 demostraron que la balcĆ”nica era casi un milenio mĆ”s antigua que la de sus supuestos inspiradores y, asĆ­, investigaciones posteriores establecieron que, hacia el 4000 a. C., en la PenĆ­nsula balcĆ”nica habĆ­a surgido de manera autĆ³ctona una industria minero-metalĆŗrgica del cobre asociada a una rica orfebrerĆ­a, en un entorno social que algunos autores han llegado a denominar la primera civilizaciĆ³n europea. Situados entre el Danubio y Tesalia, los focos principales fueron VinƧa, Gumelnitsa, Salcuta, Cucuteni y Tiszapolgar, contemporĆ”neos de los complejos neolĆ­ticos griegos. Los grupos balcĆ”nicos se extendieron por la actual Serbia, Bulgaria, Rumania, Besarabia, Moldavia, Ucrania y el resto de la cuenca de los CĆ”rpatos.27
Un segundo foco metalĆŗrgico autĆ³ctono se sitĆŗa al sur de la PenĆ­nsula ibĆ©rica, en Los Millares (AlmerĆ­a, EspaƱa) y Vila Nova (Portugal), desarrollĆ”ndose a partir de finales del cuarto milenio a. C. y a lo largo de todo el tercero. Ambos grupos mantuvieron las tradiciones megalĆ­ticas funerarias, aunque su estructura social fue, sin duda, mucho mĆ”s compleja que durante el NeolĆ­tico final: los dĆ³lmenes almerienses pasaron a ser sepulcros de corredor con cĆ”mara de falsa cĆŗpula, es decir, autĆ©nticos tholoi, y aparecieron impresionantes estructuras defensivas en las dos zonas. TambiĆ©n aquĆ­, las tesis difusionistas relacionaban el aumento de la complejidad social y tecnolĆ³gica peninsular con la llegada de unos mĆ­ticos colonizadores orientales. Y, al igual que en los Balcanes, las dataciones de Carbono 14 establecieron que los materiales occidentales son mucho mĆ”s antiguos que aquellos. AdemĆ”s, los Ć­dolos oculados, la cerĆ”mica acanalada o pintada y las coladas de cobre peninsulares tienen caracterĆ­sticas propias, diferentes de los supuestos modelos orientales. El modelo difusionista ha tenido que ser abandonado y su lugar ha sido ocupado por otro, evolucionista y local.28 29
TambiĆ©n a finales del cuarto milenio a. C. comenzĆ³ a producirse un aumento de la complejidad social en el Ć”mbito del mar Egeo. Aunque los cambios que se produjeron tienen un claro carĆ”cter interno,30 no es menos innegable el importante papel que jugaron las redes de intercambio que conectaban el Egeo con Anatolia y Egipto.31 Estas transformaciones socio-econĆ³micas constituyen la base de las posteriores culturas clĆ”sicas:

ExpansiĆ³n del Vaso Campaniforme.

III milenio a. C.:
Hallazgos campaniformes centroeuropeos.

Vaso campaniforme ibĆ©rico (Tipo Ciempozuelos) del 2Āŗ milenio
La introducciĆ³n del cobre en el resto de Europa estĆ” asociada a la extensiĆ³n de dos grandes fenĆ³menos, claramente diferenciados pero contemporĆ”neos y, que a veces, se solapan entre sĆ­: el vaso campaniforme y la cerĆ”mica cordada.
El complejo del vaso campaniforme fue un fenĆ³meno que afectĆ³ a prĆ”cticamente toda la Europa prehistĆ³rica (salvo las zonas el este y los Balcanes), pero de un modo desigual y manteniendo una gran diversidad. Supuso la expansiĆ³n de la metalurgia del cobre a las Ć”reas marginales que no conocĆ­an todavĆ­a este metal. El objeto mĆ”s caracterĆ­stico de este horizonte son los vasos de cerĆ”mica de forma acampanada, con decoraciĆ³n incisa o impresa cuyos motivos varĆ­an en funciĆ³n de las peculiaridades regionales.
La cronologĆ­a del vaso campaniforme y su interpretaciĆ³n son controvertidas, habiĆ©ndose generado al respecto (y haciĆ©ndolo todavĆ­a) abundante literatura. Los Ćŗltimos datos proporcionados por la revisiĆ³n sistemĆ”tica de las dataciones de Carbono-14 en campaniformes de toda Europa han permitido establecer que los mĆ”s antiguos serĆ­an los encontrados en el Ć”rea del Bajo Tajo, en Portugal, con una cronologĆ­a que irĆ­a del 2900 al 2500 a. C.32 SegĆŗn otros autores, su apariciĆ³n se situarĆ­a, en cambio, sobre el 2400 a. C., desapareciendo hacia el 1800 a. C.33
Las tumbas asociadas al horizonte campaniforme consisten en fosas individuales en las que se depositaba el cadĆ”ver en posiciĆ³n contraĆ­da con un ajuar que suele constar de la tĆ­pica cerĆ”mica campaniforme y otros objetos no menos caracterĆ­sticos: puƱales de lengĆ¼eta y leznas biapuntadas, brazaletes de arquero, puntas de flecha tipo Palmela, adornos en oro de diversa entidad (diademas, pendientes) y botones de hueso perforados en V; siempre en contextos funerarios masculinos.34
Los grupos de la cerĆ”mica cordada eran originarios, segĆŗn unos, de las estepas euroasiĆ”ticas y, segĆŗn otros, de Centroeuropa. EstĆ”n relacionados con las lenguas indoeuropeas y se extendieron por toda la Europa central, nĆ³rdica y oriental durante el tercer milenio a. C.. Son tambiĆ©n conocidos como Kurganes de las estepas, del hacha de combate o de los sepulcros individuales. Sus caracterĆ­sticas principales serĆ­an:
  • Los enterramientos individuales, en una pequeƱa cĆ”mara funeraria semisubterrĆ”nea en forma de cabaƱa de madera cubierta por un tĆŗmulo (kurgan). El cadĆ”ver era colocado en posiciĆ³n de decĆŗbito supino, con las piernas dobladas y rociado con ocre rojo.
  • El ajuar caracterĆ­stico suele incluir las denominadas cerĆ”micas cordadas (decoradas con impresiones de cuerdas), las hachas-martillo con enmangue directo (o hachas de combate, que parecen rĆ©plicas en piedra de piezas metĆ”licas sumerias o anatolias), ganado sacrificado y, si el individuo era de alta posiciĆ³n social, piezas exĆ³ticas de clara influencia oriental (vasos y apliques de plata, adornos repujados de oro y algunos objetos de cobre, entre otros). Las grandes diferencias entre unos ajuares y otros denotan la existencia de una clara estratificaciĆ³n social
  • Una economĆ­a seminĆ³mada y pastoril, propia de las estepas, que, a pesar de todo, nos ha legado algunos poblados, como el ucraniano de Mikailovska, en el bajo DniĆ©per, de cierta entidad urbana y con casas rectangulares.

Edad del Bronce en Europa

El bronce es una aleaciĆ³n de cobre y estaƱo que tiene las ventajas de que se funde a una temperatura mĆ”s baja y es mucho mĆ”s resistente. Fue conseguido en el Oriente prĆ³ximo a finales del IV milenio a. C. y penetrĆ³ en Europa a travĆ©s de una extensa red de vĆ­as comerciales que recorrĆ­an todo el continente, comunicando la penĆ­nsula ibĆ©rica o el mar del Norte con las civilizaciones orientales, ya plenamente histĆ³ricas.
Bronce Antiguo en Europa
Entre los aƱos 1800 a. C. y 1500 a. C., aproximadamente, coincidiendo con la plenitud del mundo minoico, Europa comenzĆ³ a participar en las redes comerciales creadas por la demanda de materias primas por parte de las civilizaciones del PrĆ³ximo Oriente y del Egeo. El Ć”mbar del BĆ”ltico, el cobre del bajo Danubio y Huelva, el estaƱo de Cornualles y Galicia, el oro de Irlanda, los metales preciosos de AndalucĆ­a y el azabache de Gran BretaƱa, eran intercambiados por armas y herramientas de bronce, ornamentos de oro y plata, o perlas egipcias de fayenza azul. Entre las culturas arqueolĆ³gicas de este periodo destacarĆ­an la de Unetice, la de los tĆŗmulos armoricanos y la de Wessex. En las islas britĆ”nicas, durante esta Ć©poca, siguieron teniendo gran importancia los santuarios megalĆ­ticos denominados «henges», centros cultuales como el mismo Stonehenge.

Hachas planas de bronce
La mayor parte de los restos de esta Ć©poca son monumentos funerarios de tipo tumular pertenecientes, a juzgar por la alta proporciĆ³n de armas y la gran riqueza de algunos, a las oligarquĆ­as guerreras locales, que debĆ­an conocer el carro de combate y vivĆ­an en poblados fortificados. Los ajuares se componĆ­an, fundamentalmente, de los caracterĆ­sticos puƱales triangulares de pomo macizo, las hachas planas y las hachas-maza de combate de bronce; tambiĆ©n aparecen ornamentos metĆ”licos como los brazaletes, las lĆŗnulas o pectorales, jarras de oro o plata repujados, Ć”mbar y perlas de fayenza egipcias. Algunos tĆŗmulos llegan a ser tan ricos que han motivado su denominaciĆ³n como «tumbas reales»: las de Leki Male (Polonia) y Leubingen (Austria), de los grupos de Unetice; la de Kernonen (Francia), de los TĆŗmulos armoricanos; o la de Bush Narrow (Inglaterra), perteneciente a Wessex. En ciertas zonas del norte de Italia, los terrenos pantanosos han preservado multitud de objetos de cuero, piraguas de madera, arcos de gran tamaƱo, ruedas de carro y arreos en hueso.
En la penĆ­nsula IbĆ©rica y a partir del 2300 a. C., comenzĆ³ a despuntar la denominada cultura argĆ”rica en, aproximadamente, la misma Ć”rea donde se habĆ­a desarrollado la de Los Millares, aunque, en esos momentos, todavĆ­a con una pequeƱa zona de influencia y numerosas pervivencias calcolĆ­ticas. Es una etapa temprana, llamada tradicionalmente «Fase A» en la que destacan los enterramientos en cista con un ajuar que ha querido ser relacionado con influencias del MediterrĆ”neo oriental, pero que ha terminado revelĆ”ndose como autĆ³ctono.

Enterramiento en cista tĆ­pico de la primera fase de la cultura de El Argar (AlmerĆ­a).
Bronce Medio en Europa

Armas tĆ­picas del Bronce Medio de la Cultura de los TĆŗmulos: espada de lengĆ¼eta, punta de lanza tubular y hacha de talĆ³n.
El Bronce Medio transcurriĆ³, mĆ”s o menos, entre el 1500 a. C. y el 1200 a. C., lo que significa que coincide con el apogeo de la civilizaciĆ³n micĆ©nica. Destaca en Centroeuropa la cultura de los TĆŗmulos, un complejo que derivĆ³ de Unetice, con poblados no muy grandes, de viviendas de madera, edificados sobre colinas de fĆ”cil defensa y protegidos por murallas y fosos. Los enterramientos eran tumulares (de ahĆ­ su denominaciĆ³n), con tĆŗmulos mĆ”s monumentales que en la etapa anterior, a menudo se agrupaban en grandes necrĆ³polis y la incineraciĆ³n fue cada vez mĆ”s habitual. En el Ć”rea de la penĆ­nsula itĆ”lica se desarrollaron la cultura de las Terramaras y la cultura ApenĆ­nica, ambas de fuerte influencia balcĆ”nica, asĆ­ como la cultura SĆ­cula, mĆ”s cercana al mundo micĆ©nico, que ya habĆ­a colonizado las Islas Eolias en esa fase.
Una de las novedades mĆ”s notables respecto al Bronce antiguo es la apariciĆ³n de autĆ©nticas espadas con largas hojas y sistemas de enmangue mĆ”s efectivos que los remaches: empuƱaduras de lengĆ¼eta cuyos mangos son, a veces, ricamente decorados con materiales perecederos (cuero, hueso y maderas de diversos tonos, que, pueden tener incrustaciones de oro y Ć”mbar) que, afortunadamente, se han conservado en algunos ejemplares de la zona nĆ³rdica. Asimismo aparecen puntas de lanza tubulares y hachas de talĆ³n.
En lo referente a los adornos metĆ”licos, su variedad es innumerable: brazaletes espiraliformes, tobilleras, colgantes, alfileres, anillos, pendientes, pasadores, broches, etc. MenciĆ³n especial merecen los torques retorcidos irlandeses, que desde su regiĆ³n originaria, se difundieron por toda Europa, recibiendo el nombre de Torques de Tara en honor a este santuario gaĆ©lico, la Colina de Tara. Una obra excepcional, que supera el calificativo de mero ornamento, es el carro solar de Trundholm (arrojado como ofrenda al fondo de un pantano en Dinamarca).

Torques de Tara.

En la penĆ­nsula ibĆ©rica la cultura del Argar alcanzĆ³ en esos momentos su fase de plenitud, desarrollĆ”ndose en el Ć”rido sudeste (AlmerĆ­a y provincias limĆ­trofes).35 El nĆŗmero de asentamientos localizados revela un fuerte aumento demogrĆ”fico respecto a la etapa millarense. Eran poblados fuertemente protegidos, construidos en sitios altos fĆ”cilmente defendibles, con gruesas murallas y Ć”reas restringidas tipo acrĆ³polis. Los enterramientos eran individuales y dentro de las viviendas; mientras que en la fase anterior se realizaban en cistas, en Ć©sta pasaron a ser en grandes tinajas o pithoi, con ajuares muy diversos que delatan una compleja estratificaciĆ³n social. Tal estratificaciĆ³n se refleja tambiĆ©n en la organizaciĆ³n interna de los poblados y en la jerarquĆ­a urbana. Aunque El Argar no llegĆ³ nunca a formar un autĆ©ntico estado, debiĆ³ generar alguna forma polĆ­tica de carĆ”cter pre-estatal. Las formas cerĆ”micas argĆ”ricas son muy diferentes de las del resto de Europa occidental con vasos carenados y altas copas sin decoraciĆ³n. El resto del ajuar lo componen brazaletes, cuentas de Ć”mbar, espadas (tambiĆ©n diferentes, pues mantienen el sistema de mango macizo sujeto con remaches), alabardas, brazaletes, ornamentos de Ć”mbar, alfileres y unas inconfundibles diademas de plata.
Aunque el mundo argĆ”rico se circunscribiĆ³ a las provincias de AlmerĆ­a y Murcia, asĆ­ como parte de las de MĆ”laga y Granada, toda la mitad sur de la penĆ­nsula IbĆ©rica se vio afectada por su influencia, muy clara en la cultura de Atalaia (sur de Portugal) y en la cultura de las Motillas (La Mancha). A medida que nos desplazamos hacia el norte, la influencia argĆ”rica se hace mĆ”s difusa, aunque se ha constatado que hubo relaciones comerciales con las regiones septentrionales. En la zona galaico-portuguesa parece que hubo unos grupos muy relacionados con el mundo atlĆ”ntico, como lo demuestran sus manifestaciones artĆ­sticas (los petroglifos) o los atesoramientos (como el tesoro de Caldas de Reyes, Pontevedra,36 con mĆ”s de 25 kg de objetos metĆ”licos fabricados con oro aluvial de la penĆ­nsula pero con paralelos bretones e irlandeses,37 y que estĆ” considerado la mayor acumulaciĆ³n de oro de la Prehistoria europea).38 En la Meseta hay una serie de yacimientos (Los Tolmos de Caracena en Soria, Cogeces del Monte en Valladolid, Abia de la ObispalĆ­a en Cuenca, y otros mĆ”s) que permiten hablar de un horizonte denominado Protocogotas (o tambiĆ©n Cogeces) que acusa, indistintamente, la influencia argĆ”rica y atlĆ”ntica, sobre un sustrato epicampaniforme.
Bronce final en Europa

Armas propias de la cultura de los campos de urnas.
  • El Bronce final (aproximadamente 1250 a. C.-725 a. C.) viene determinado por la apariciĆ³n y expansiĆ³n de los campos de urnas por casi todo el continente. El cambio en el proceso funerario no se produjo de repente ni fue uniforme, detectĆ”ndose los primeros indicios de transiciĆ³n en Alta Baviera (Alemania) poco antes del 1200 a. C.39 Este cambio ha sido relacionada a lo largo del tiempo con pueblos de invasores indoeuropeos, a los que algunos arqueĆ³logos incluso les han adjudicado la autorĆ­a de todas las convulsiones que se produjeron contemporĆ”neamente en el MediterrĆ”neo oriental (caĆ­da de Micenas, de los Hititas, ataques de los pueblos del mar a Egipto, destrucciĆ³n de Ugarit, etc.). Actualmente pocos investigadores sostienen que los grupos de los campos de urnas fueran un ente cultural homogĆ©neo; la opiniĆ³n generalizada es que se tratĆ³ simplemente de una moda que se expandiĆ³ por Europa debido a prĆ©stamos culturales o, en ciertos casos, a movimientos limitados de pueblos. De hecho, en algunas regiones el cambio en el comportamiento funerario fue el Ćŗnico que se produjo, detectĆ”ndose una clara continuidad con las estrategias econĆ³micas y sociales anteriores.40 El hecho de que el germen de esta nueva moda ocupe el mismo espacio geogrĆ”fico que la cultura de los tĆŗmulos (del Bronce Medio) y que la de Unetice (del Bronce Inicial), parece confirmar que realmente existe continuidad cultural. Por otro lado, el territorio ocupado por los campos de urnas no es unitario, al estar formado por un conglomerado de culturas locales con particularidades regionales especĆ­ficas. Algunas Ć”reas europeas (sur de la penĆ­nsula IbĆ©rica, litoral atlĆ”ntico y Escandinavia) quedaron al margen.

Tumba de la cultura de los campos de urnas.
El rito funerario de la cremaciĆ³n, aunque minoritario, ya era practicado en Europa y en esta fase se generalizĆ³: tras su incineraciĆ³n, las cenizas del cadĆ”ver eran depositadas en una urna cineraria y enterrada en un pequeƱo foso, junto a otras tumbas, constituyendo asĆ­, las extensas necrĆ³polis que dan nombre a estos grupos. Estas urnas solĆ­an ser vasos de cerĆ”mica de forma bicĆ³nica, tapados con un cuenco, aunque podĆ­an tener formas diversas (a veces, incluso rĆ©plicas en miniatura de casitas de cerĆ”mica). En ocasiones, no se usaba urna. Los ajuares eran pobres en comparaciĆ³n con periodos anteriores y posteriores; solo en los siglos IX y VIII a. C. reaparecieron las tumbas principescas con ricos ajuares y complejas estructuras que las distinguĆ­an de las demĆ”s.
Los poblados son muy similares a los del Bronce medio, pero con defensas reforzadas con terraplenes, empalizadas y recintos amurallados de tapial y madera; ademĆ”s las puertas adquirieron forma de embudo y se protegĆ­an con torreones. En el interior, casas rectangulares de adobe con tejados de madera y paja. Suele haber numerosos silos y molinos de vaivĆ©n, evidenciando la importancia creciente de la agricultura frente al pastoreo, aunque Ć©ste sigue siendo fundamental, a juzgar por la abundancia de restos de ganado bovino, ovino, porcino y equino. Se siguiĆ³ comerciando con el Ć”mbar y la sal.
La cultura material incluye los primeros objetos de vidrio, seguramente incorporados del PrĆ³ximo Oriente, y los grandes recipientes de bronce batido o repujado, con formas muy diversas y alejadas de los estereotipos orientales; entre ellos se encuentran las sĆ­tulas (que tanto predicamento tuvieron en la posterior Edad del Hierro), a veces con una ornamentaciĆ³n muy sofisticada y que se convirtieron en objetos de intercambio muy apreciados, cuya funciĆ³n era sin duda ceremonial. Otros elementos ornamentales comunes fueron los torques, los brazaletes de costilla, y las fĆ­bulas, de diversos modelos, como las llamadas «de anteojos» (por el gran tamaƱo de su doble espiral). Entre las armas, hay una enorme variedad: las puntas de flecha de sĆ­lex fueron definitivamente sustituidas por otras de bronce; se siguieron utilizando hachas de combate, con talĆ³n y anillas, alabardas, lanzas; aparecieron armas defensivas como las corazas, los escudos y los cascos. Los modelos mĆ”s representativos de espada fueron las de puƱo macizo con la guarda en U, bien con un gran pomo discoide o bien rematadas en antenas. La hoja solĆ­a ser biselada, a veces con rica decoraciĆ³n, y con silueta pistiliforme.

Piezas de bronce recuperadas de un escondrijo en el sur de Inglaterra.
  • El Bronce final atlĆ”ntico es poco conocido: se da la paradoja de que apenas se han excavado asentamientos o necrĆ³polis, y, en cambio, abundan los llamados escondrijos (o zulos de objetos de bronce destinados al refundido) donde se han localizado piezas de una factura casi perfecta. Los objetos mĆ”s apreciados debieron ser las espadas, al principio pistiliformes y al final con hoja en lengua de carpa. En el sur de las islas BritĆ”nicas se han descubierto varios poblados y, entre ellos, destaca el de Itford Hill (Inglaterra), situado en un emplazamiento elevado, con varias empalizadas defensivas que protegĆ­an una serie desordenada de viviendas de madera y barro, de planta circular. Las necrĆ³polis evidencian la adopciĆ³n de la cremaciĆ³n, con las cenizas depositadas en urnas cinerarias o directamente en el suelo de pequeƱos fosos bajo tĆŗmulo.
En las regiones escandinavas tambiĆ©n se adoptĆ³ la incineraciĆ³n como ritual funerario y apareciĆ³ una industria metalĆŗrgica mĆ”s diversa y original que en la zona atlĆ”ntica. A la gran variedad de armas, hay que aƱadir los objetos de tocador (navajas de afeitar, pinzas, alfileres), los vasos de bronce batido con ruedas (seguramente votivos o ceremoniales, como el de Skallerup), los conos de oro repujado que se exportaron por toda Europa (tal es el caso del de Aventon, aparecido en Francia, pero elaborado en talleres escandinavos), las trompas de chapa de bronce y las fĆ­bulas, casi siempre de anteojos. Los poblados encontrados son mucho mĆ”s abundantes que en el AtlĆ”ntico y estaban protegidos por defensas naturales y/o artificiales. De esta Ć©poca son la mayorĆ­a de los petroglifos de los roquedos de Noruega y Suecia, en las regiones de Escania y Upsala, destacando la zona de Tanum (declarada Patrimonio de la Humanidad).
  • El mosaico cultural de la penĆ­nsula IbĆ©rica fue fruto de la convergencia de diversas tradiciones:

En el nordeste de la PenĆ­nsula penetrĆ³ la moda de los campos de urnas, que, con el tiempo, siguiĆ³ una evoluciĆ³n independiente, abarcando CataluƱa y el bajo AragĆ³n. Se conocen mejor las necrĆ³polis que los poblados, destacando el de La Pedrera de Vallfogona (Balaguer, LĆ©rida).
En el noroeste se da una evoluciĆ³n similar a la de BretaƱa y las islas BritĆ”nicas, al menos en lo que se refiere a los elementos materiales de la cultura. Hay una clara escasez de lugares de hĆ”bitat y abundancia de objetos de bronce: hachas de talĆ³n y anillas, calderos de chapa de tradiciĆ³n irlandesa, recipientes de oro batido con motivos tĆ­picamente escandinavos. Las espadas eran pistiliformes al principio y de lengua de carpa al final.
En el sur se produjo un cierto estancamiento respecto al periodo argƔrico. Destacan la cerƔmica de retƭcula bruƱida (con barniz rojo, bruƱida y decorada por dentro con motivos reticulados) y los enterramientos en cista, sin ajuar, cubiertos con lajas decoradas denominadas estelas extremeƱas (en ellas se representa esquemƔticamente al difunto con diversos objetos como armas, broches, espejos e incluso carros). El Ɣmbito ocupado por ambos elementos coincide a grandes rasgos con lo que luego serƔ el territorio de Tartessos.

Estela del Castro de Solana de CabaƱas, en LogrosƔn (CƔceres)
En las tierras del interior peninsular destacan los grupos denominados de Cogotas I. Su extensiĆ³n sobrepasa los lĆ­mites de la Meseta Central, abarcando tambiĆ©n el oeste del CantĆ”brico, parte de AragĆ³n, de la comunidad Valenciana y el curso medio del rĆ­o Guadalquivir. Su indigenismo parece probado, pues enlaza sin soluciĆ³n de continuidad con la fase del Bronce medio denominada Protocogotas y, a travĆ©s de Ć©sta, con los horizontes epicampaniformes e, incluso, con el campaniforme tipo Ciempozuelos. Su caracterĆ­stica mĆ”s distintiva es el tipo de decoraciĆ³n de su cerĆ”mica: se trata de vasos troncocĆ³nicos o carenados con motivos de espina de pescado incisos o figuras abstractas realizadas por las tĆ©cnicas excisa y de boquique, rellenos de pasta blanca. Las gentes de Cogotas I habitaban pequeƱos poblados fortificados con viviendas cuadrangulares de adobe, asĆ­ como cuevas. Los yacimientos mĆ”s abundantes de esta fase cultural son los campos de hoyos, rellenos de desechos arqueolĆ³gicos cuya funciĆ³n no ha podido ser explicada. Los enterramientos seguĆ­an la tradiciĆ³n campaniforme, es decir, inhumaciones en foso, con un pequeƱo ajuar, como es el caso de San RomĆ”n de Hornija (Valladolid).41
En las Baleares, y sobre todo en Mallorca y Menorca, se desarrollĆ³ la primera fase de la cultura talayĆ³tica (que alcanzĆ³ su plenitud durante la Edad del Hierro), caracterizada por la arquitectura ciclĆ³pea en una serie de edificios como los talayotes (o torres), las taulas y las navetas. Este fenĆ³meno se ha relacionado con la cultura nurĆ”gica de CerdeƱa. Se conocen poblados amurallados (como el de Ses Paisses) que albergan talayotes, barrios de viviendas de mamposterĆ­a e inhumaciones bajo el piso; hay tambiĆ©n construcciones cultuales escalonadas (tal vez templos) e, incluso, acrĆ³polis amuralladas en lugares de difĆ­cil acceso.

Edad del Hierro en Europa

Se llama Edad del Hierro al perĆ­odo en que se desarrollĆ³ la metalurgia del hierro, metal mĆ”s duro que la aleaciĆ³n de bronce y uno de los elementos mĆ”s abundantes de nuestro planeta. Los primeros artefactos de hierro fundido datan del III milenio a. C. y fueron hallados en Anatolia. A Europa comenzaron a llegar a partir del 1200 a. C., durante el Bronce Final.
A pesar de que los minerales de hierro son muy abundantes, su siderurgia requiere una tecnologĆ­a compleja y diferente a la de otros metales conocidos por entonces (refinado, fundido, forjado y templado), lo que obstaculizĆ³ su difusiĆ³n: durante muchos siglos el hierro fue mĆ”s un objeto de prestigio que una materia prima utilizada en herramientas de uso habitual, por lo que el bronce no fue desbancado rĆ”pidamente. El hierro no se generalizĆ³ en Europa hasta, aproximadamente, el aƱo 800 a. C. y en la mayor parte del continente esta fase finalizarĆ­a con la romanizaciĆ³n. Excepto en el norte de Alemania y en Escandinavia, donde persistiĆ³ representada en las culturas de Jastorf y vikinga, respectivamente (los vikingos hasta alrededor del aƱo 1000 de nuestra era).

Lƭneas hipotƩticas que representan la entrada en la Historia de las regiones mediterrƔneas.
Hasta el siglo VIII a. C. solo el MediterrĆ”neo oriental entraba dentro de los parĆ”metros histĆ³ricos. El aƱo 776 a. C. es reconocido por los antiguos griegos como el de su primera Olimpiada, es decir, el comienzo de su historia. Por esas mismas fechas, en la penĆ­nsula ItĆ”lica, la cultura de Villanova, una variante regional de los campos de urnas, derivĆ³ en la civilizaciĆ³n etrusca. En el 753 a. C. los romanos sitĆŗan la fundaciĆ³n de la antigua Roma. AsĆ­ nacieron las civilizaciones clĆ”sicas, cada una de las cuales tenĆ­a su propio alfabeto, derivados todos ellos del fenicio (tambiĆ©n el ibĆ©rico). A su vez, el alfabeto fenicio es una simplificaciĆ³n del cuneiforme que partiĆ³ de un viejo silabario de la ciudad portuaria de Ugarit (actual Ras Shamra, al norte del Siria), del segundo milenio. Posiblemente los fenicios fueron asimismo dinamizadores de los procesos locales que estaban dando lugar a la formaciĆ³n en AndalucĆ­a de Tartessos, una cultura de la que se sabe poco; entre otras cosas, pudo haber tenido su propio sistema de escritura, un amplio desarrollo social, cultural y, puede que, estatal. A juzgar por las fuentes escritas, las exploraciones fenicias comenzaron a finales del segundo milenio, pero no hay constancia arqueolĆ³gica hasta el siglo VIII a. C.. Por esas mismas fechas la primera oleada de colonizadores griegos se estableciĆ³ en el MediterrĆ”neo central, y, en el siglo siguiente, una segunda oleada alcanzĆ³ la penĆ­nsula IbĆ©rica (Ampurias, Hemeroscopio, Mainake). La influencia de fenicios y griegos debiĆ³ ser fundamental no solo para la difusiĆ³n de la metalurgia del hierro, sino, tambiĆ©n para el desarrollo de unas sociedades que entraron asĆ­ en la Historia.
En el resto de Europa este periodo suele dividirse en dos grandes fases:
Hallstatt
La cultura de Hallstatt (800-450 a. C.) o Primera Edad del Hierro en Europa Central, Francia y los Balcanes, es considerada heredera de los campos de urnas. Esta sociedad estaba dirigida por unas aristocracias guerreras reflejadas claramente en la riqueza de sus tumbas: algunas, por su contenido y su estructura, resultan claramente principescas, con ricos ajuares depositados en grandes cĆ”maras mortuorias de madera. En Ć©stas, el rito funerario predominante fue el de la inhumaciĆ³n bajo tĆŗmulo, que se fue imponiendo paulatinamente sobre la incineraciĆ³n, aunque Ć©sta siguiĆ³ siendo habitual en las zonas perifĆ©ricas (donde suele hablarse de campos de urnas tardĆ­os). Al principio el uso del hierro era minoritario, pero a partir del siglo VII a. C. se fue generalizando. Estos grupos mantenĆ­an contactos comerciales con el MediterrĆ”neo y con las estepas del este europeo, haciendo, posiblemente, de intermediarios en el comercio del Ć”mbar y el estaƱo con el mundo mediterrĆ”neo.
La TĆØne
La cultura de La TĆØne (450 a. C. hasta la conquista romana) o Segunda Edad del Hierro en Centroeuropa, Francia, norte de EspaƱa e Islas britĆ”nicas. El hierro se habĆ­a generalizado y la economĆ­a diversificado, naciendo lo que se ha denominado cultura cĆ©ltica.42 Los asentamientos estaban fortificados y la complejidad de algunos de ellos es propia de centros proto-urbanos (que los romanos denominaban oppidum), con una estratificaciĆ³n social bien diferenciada, cuya cĆŗspide ocupaba la nobleza guerrera. Estos aristĆ³cratas gustaban de ser inhumados en grandes tumbas con ajuares muy ostentosos que incluyen carros de guerra, adornos, joyas, armas y grandes vasos de cerĆ”mica importados de Grecia y Etruria. La tumba de la princesa de Vix es el mejor ejemplo.
La penƭnsula IbƩrica durante la Edad del Hierro
La relaciĆ³n de los tartesios (en la Primera Edad del Hierro) y de los Ć­beros (en la segunda) con fenicios y helenos actuĆ³ de catalizador en el desarrollo de sus respectivas sociedades, que podrĆ­an incluirse ya dentro de la Protohistoria.
  • La denominada cultura castreƱa se desarrollĆ³ en el noroeste peninsular. Durante mucho tiempo se pensĆ³ que estos grupos culturales eran cĆ©lticos, pero ahora se cree que los aportes hallstĆ”tticos son menores que los atlĆ”nticos e, incluso, que los mediterrĆ”neos. Su caracterĆ­stica distintiva es la presencia de poblados fortificados, situados en lugares altos, con varios cinturones de muralla concĆ©ntricos y, en el interior, numerosas casas de piedra circulares, sin organizaciĆ³n urbanĆ­stica (son los llamados castros). Desarrollaron una cerĆ”mica propia que comparte ciertos paralelismos con las alfarerĆ­as meseteƱas); potenciaron la metalurgia del bronce en detrimento de la del hierro; y presentan diversas manifestaciones escultĆ³ricas, como los guerreros lusitanos y las casas ceremoniales ornadas con portadas laboriosamente esculpidas denominadas pedras formosas, en las citĆ¢nias portuguesas (se esculpĆ­an en edificios cuadrangulares con funciĆ³n religiosa controvertida: quizĆ”s lugares de culto a los muertos, baƱos purificadores u hornos para la incineraciĆ³n de cadĆ”veres).43 La economĆ­a era agropecuaria, pero tenĆ­an un gran peso la recolecciĆ³n de frutos silvestres, la pesca y el marisqueo. La cultura castreƱa galaico-portuguesa tuvo una larga pervivencia durante el proceso de romanizaciĆ³n peninsular, siendo una de las zonas que mĆ”s se resistieron y que mejor mantuvieron sus tradiciones.
  • El interior de la PenĆ­nsula ha sido considerado tradicionalmente como un territorio de influencia cĆ©ltica. Sin embargo, hoy se sabe que la Meseta Central mantuvo, desde el primer momento, una fuerte tradiciĆ³n local y nunca llegĆ³ a desarrollarse un horizonte de campos de urnas, aunque es imposible negar la influencia cĆ©ltica.[cita requerida] Destacan tres grandes grupos culturales previos al mundo celtibĆ©rico (protohistĆ³rico o pre-romano):
El primero de ellos es la llamada Facies Soto de Medinilla, asentada en el Duero medio y que mezclaba aspectos intrusivos de gentes forĆ”neas con otros locales. Se trata de una cultura agrĆ­cola (basada en el cultivo del trigo) que, a pesar de su cronologĆ­a (siglo VIII a. C.-siglo V a. C.) apenas pudo conocer el hierro.
Algo mĆ”s tardĆ­a es la cultura de los Castros de Soria y Guadalajara (siglos VI y V a. C.), que en este caso es de carĆ”cter pastoril y con hĆ”bitats fuertemente defendidos, lo que nos indica tiempos de crisis.44 El hierro comenzĆ³ a ser mĆ”s abundante en esta Ć©poca, posiblemente porque se descubrieron minas en el Moncayo. Las necrĆ³polis de campos de urnas halladas en el oriente meseteƱo tienen tumbas de guerreros con un abrumador repertorio de armas de influencia hallstĆ”tica, a las que se han incorporado elementos de la tradiciĆ³n local. Destacan las cachas de hueso, los pomos con antenas atrofiadas o en forma de T, y fastuosas vainas adornadas con discos, todo ello con incrustaciones y nielados de plata con complejos motivos decorativos. Sin duda, al margen de su utilidad bĆ©lica, se trataba de objetos que exhibĆ­an el rango social de sus portadores.
Por Ćŗltimo destacarĆ­a Cogotas-II (siglos V a III a. C.), que se ha asociado a una economĆ­a pastoril y agrĆ­cola extendida por toda la Meseta. Son caracterĆ­sticos sus castros fuertemente protegidos por sistemas defensivos hasta entonces desconocidos: murallas ciclĆ³peas en varios recintos sucesivos cada vez mĆ”s inaccesibles; puertas con entradas desviadas para exponer a los posibles atacantes a los arqueros; grandes extensiones de piedras hincadas para repeler los ataques de la caballerĆ­a. Los castros de Las Cogotas, Las Merchanas o Sanchorreja son excelentes ejemplos. Los elementos materiales de no parecen enlazar con la tradiciĆ³n de Soto de Medinilla, excepto en pequeƱos detalles (sobre todo en los excelentes objetos metĆ”licos de prestigio), aunque en el castro de La Mota en Medina del Campo, es posible establece una continuidad estratigrĆ”fica entre la facies del Soto de Medinilla y el horizonte de Cogotas II.45 A menudo, el horizonte de Cogotas II se asocia al pueblo de los vetones y suele recibir el nombre de cultura de los Verracos.

Prehistoria de AmƩrica


Punta de lanza tipo Clovis en Nuevo MĆ©xico (Estados Unidos).
La teorĆ­a mĆ”s aceptada es que el poblamiento humano de AmĆ©rica se produjo desde Siberia a travĆ©s del estrecho de Bering. La fecha estĆ” sujeta a controversia: unos creen que solo hay pruebas para afirmar que los seres humanos llegaron hace unos 16 000 aƱos; otros apuntan a un poblamiento mĆ”s temprano, entre 70 000 y 45 000 aƱos antes del presente (AP); finalmente, hay un grupo que apunta a fechas todavĆ­a mĆ”s antiguas que el 75 000 AP.46 En cualquier caso, el aislamiento de AmĆ©rica respecto a otros continentes fue casi absoluto (aunque se sabe que hubo varias migraciones a lo largo de la Prehistoria), lo que justifica que no se emplee la periodizaciĆ³n tradicional, sino otra especĆ­fica adecuada a la realidad arqueolĆ³gica de este continente. En 1958, los arqueĆ³logos Gordon Willey y Philip Phillips propusieron las siguientes etapas:

Periodo LĆ­tico o Paleoindio

PodrĆ­a equipararse al PaleolĆ­tico Superior europeo, comprende desde la llegada de los primeros americanos (con una fecha variable, segĆŗn el paradigma teĆ³rico defendido) hasta el comienzo del Holoceno. Dentro de este periodo hay dos fases:
  • Fase de cazadores-recolectores indiferenciados: caracterizado por una industria lĆ­tica arcaizante (cantos tallados, lascas musteroides, bifaces...); los restos son muy escasos pero pueden ponerse ejemplos datados por encima de los 30 000 aƱos de antigĆ¼edad en todo el continente, desde Topper (en Estados Unidos) hasta Pedra Furada (en Brasil), pasando por Tlapacoya (en MĆ©xico) o Monte Verde II (en Chile).
  • Fase de las Puntas de proyectil: EstarĆ­amos ante una cultura de tecnologĆ­a lĆ­tica muy avanzada y con una economĆ­a basada en la caza de piezas de mediano y gran tamaƱo. Aparece hace unos 13 000 aƱos y se caracteriza por diversos tipos de puntas de lanza foliĆ”ceas finamente elaboradas, las mĆ”s famosas son las de la cultura Clovis (Nuevo MĆ©xico), aunque, por supuesto, hay muchas mĆ”s. A destacar, por situaciĆ³n geogrĆ”fica, la Cueva Fell (en Tierra del Fuego, Chile), cuyas puntas, llamadas de «cola de pescado», se datan en el 7000 a. C.

Periodo Arcaico


Hueso Sacro de Tequixquiac hallado en MĆ©xico.

Arcaico Temprano

Hacia el VIII milenio a. C., a finales de la Ćŗltima glaciaciĆ³n, los antiguos americanos comienzan a experimentar con el cultivo de plantas y la crĆ­a de animales, iniciando un largo proceso hacia las primeras poblaciones sedentarias. Esta transiciĆ³n fue mĆ”s en el centro- noroeste del PerĆŗ y en el sur de MĆ©xico (las dos zonas nucleares fundamentales de AmĆ©rica). TambiĆ©n aparecen los primeros poblados estables y numerosas culturas que viven de la explotaciĆ³n intensiva de recursos oceĆ”nicos, cuyos restos mĆ”s tĆ­picos son los concheros, grandes montones de desperdicios de conchas de moluscos. Progresivamente, las comunidades van dependiendo mĆ”s y mĆ”s del producto de la agricultura, la ganaderĆ­a y de la pesca.

Arcaico TardĆ­o

La sedentarizaciĆ³n se sigue de un proceso de jerarquizaciĆ³n de las comunidades, apareciendo hacia el IV milenio a. C. las primeras jefaturas extra-familiares que se van consolidando lentamente en autoridades polĆ­ticas permanentes de pueblos que forman grandes rutas de intercambio econĆ³mico por medio del conocimiento de la astronomĆ­a y los ciclos agrĆ­colas.
Concretamente en los Andes sobresale la cultura de Caral (PerĆŗ), con una fecha inicial superior al 2600 a. C.
PeruCaral01.jpg El Altar del Fuego Sagrado - Caral.jpg
Dos vistas del sitio de Caral (PerĆŗ.)

Periodo Formativo

SerĆ­a el equivalente a la Protohistoria europea, pero mĆ”s dilatada; inmediatamente despuĆ©s de esta fase aparecen las primeras formas de escritura y las grandes civilizaciones clĆ”sicas como la de los Mayas o los Moche. Evidentemente, destaca por novedades como la agricultura, la ganaderĆ­a, la cerĆ”mica... Entre los 4000 a. C. y el comienzo de nuestra era. TambiĆ©n se produce la apariciĆ³n de las primeras sociedades jerarquizadas con formas de gobierno relativamente complejas; de hecho, hay grandes civilizaciones como la de los Olmecas en MesoamĆ©rica y la Cultura ChavĆ­n en SudamĆ©rica, que llegan a dominar extensos territorios y a construir importantes centros urbanos en torno a santuarios dedicados al Dios Jaguar. Otras culturas reseƱables son las de los Anasazi y sus similares (Arizona), asĆ­ como los constructores de MontĆ­culos de NorteamĆ©rica.

Amerindio Hupa.

Umbral de la historia americana

En AmĆ©rica, la utilizaciĆ³n de cobre nativo se remonta hacia el 900 a. C.; poco despuĆ©s comienza una metalurgia autĆ©ntica, basada en cobre y, sobre todo, oro y plata. El bronce no aparece hasta poco antes del aƱo 900. El hierro no se conociĆ³ hasta la llegada de los europeos. Arriba se explica que durante las fases finales de los olmecas, al comenzar nuestra era, naciĆ³ la escritura en MesoamĆ©rica: estarĆ­amos, pues, entrando ya en la Historia. Esto se corrobora con el hallazgo reciente de ciertos objetos extraĆ­dos de zonas donde tuvieron lugar asentamientos olmecas (Tabasco y Veracruz, MĆ©xico) cuya dataciĆ³n mediante el carbono 14 sitĆŗa su origen alrededor del aƱo 900 a. C. Estos elementos presentan glifos que, por sus caracterĆ­sticas, han permitido suponer que el sistema de sĆ­mbolos empleados fue la base de la escritura maya, que alcanzĆ³ su mayor perfeccionamiento entre el 200 y el 900 d. C.
Prehistoria de AmƩrica
Mayas Modernidad Periodo PosclƔsico de AmƩrica Periodo ClƔsico de AmƩrica Periodo Formativo de AmƩrica Periodo Arcaico de AmƩrica Periodo Arcaico de AmƩrica Paleoindio Historia Metales Neolƭtico Mesolƭtico Paleolƭtico

VƩase tambiƩn

Referencias



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    Enlaces externos


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