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La Plena Edad Media (siglos XI al XIII)


La justificación de esa denominación es lo excepcional del desarrollo económico, demogrÔfico, social y cultural de Europa que tiene lugar en ese período, coincidente con un clima muy favorable (se ha hablado del "óptimo medieval") que permitía cultivar vides en Inglaterra. También se ha hablado, en concreto para el siglo XII, de la revolución del siglo XII o renacimiento del siglo XII.
El simbólico año mil (cuyos terrores milenaristas son un mito historiogrÔfico frecuentemente exagerado) no significa nada por sí mismo, pero a partir de entonces se da por terminada la Edad Oscura de las invasiones de la Alta Edad Media: húngaros y normandos estÔn ya asentados e integrados en la cristiandad latina. La Europa de la Plena Edad Media es expansiva también en el terreno militar: las cruzadas en el Próximo Oriente, la dominación angevina de Sicilia y el avance de los reinos cristianos en la península ibérica (desaparecido el Califato de Córdoba) amenazan con reducir el espacio islÔmico a la ribera sur de la cuenca del MediterrÔneo y el interior de Asia.
El modo de producción feudal se desarrolla sin encontrar de momento límites a su extensión (como ocurrirÔ con la crisis del siglo XIV). La renta feudal se distribuye por los señores fuera del campo, donde se origina: las ciudades y la burguesía crecen con el aumento de la demanda de productos artesanales y del comercio a larga distancia, nacen y se desarrollan las ferias, las rutas comerciales terrestres y marítimas e instituciones como la Hansa. Europa Central y Septentrional entran en el corazón de la civilización Occidental. El Imperio bizantino se mantiene entre el islam y los cruzados, extendida su influencia cultural por los Balcanes y las estepas rusas donde se resiste el empuje mongol.
El arte romÔnico y el primer gótico son protegidos por las órdenes religiosas y el clero secular. Cluny y el Císter llenan Europa de monasterios. El camino de Santiago articula la península ibérica con Europa. Nacen las Universidades (Bolonia, Sorbona, Oxford, Cambridge, Salamanca, Coímbra). La escolÔstica llega a su cumbre con TomÔs de Aquino, tras recibir la influencia de las traducciones del Ôrabe (averroísmo). El redescubrimiento del derecho romano (BÔrtolo de Sassoferrato, Baldo degli Ubaldi) empieza a influir en los reyes que se ven a sí mismos como emperadores en su reino.
Los conflictos crecen a la par que la sociedad: herejías, revueltas campesinas y urbanas, la salvaje represión de todas ellas y las no menos salvajes guerras feudales son constantes.

La expansión del sistema feudal

Dinamismo interno: económico, social, tecnológico e intelectual
Un campesino ordeña una oveja, mientras en la cabaña un niño come ante una mesa (los muebles no eran muy habituales en las casas de los pobres). Ilustración del siglo XIV de Tacuinum sanitatis, un tratado médico Ôrabe de Ibn Butlan que se tradujo al latín y tuvo una gran difusión por Europa Occidental en la Baja Edad Media, como otras obras de origen similar.
Lejos de ser un sistema social anquilosado (el cierre del acceso a los estamentos es un proceso que se produce como reacción conservadora de los privilegiados, tras la crisis final de la Edad Media, ya en el Antiguo Régimen), el feudalismo medieval demostró suficiente flexibilidad como para permitir el desarrollo de dos procesos, que se retroalimentaron mutuamente favoreciendo una rÔpida expansión. Por una parte, el asignar un lugar a cada persona dentro del sistema, permitió la expulsión de todos aquellos para quienes no había lugar, enviÔndolos como colonos y aventureros militares a tierras no ganadas para la Cristiandad Occidental, expandiendo así brutalmente sus límites. Por la otra, el asegurar un cierto orden y estabilidad social para el mundo agrario tras el fin del periodo de las invasiones; aunque ni mucho menos se acabaron las guerras -consustanciales al sistema feudal- el nivel habitual de violencia en periodos bélicos tendía a controlarse por las propias instituciones -código de honor, tregua de Dios, acogimiento a sagrado- y en periodos normales tendía a ritualizarse - desafíos, duelos, rieptos, justas, torneos, paso honroso-, aunque no desaparecía ni en las relaciones internacionales ni dentro de los reinos, con unas ciudades que basaban su seguridad y pax urbana en sus fuertes murallas, sus toques de queda y su expeditiva justicia, y unos inseguros campos en los que señores de horca y cuchillo imponían sus prerrogativas e incluso abusaban de ellas (malhechores feudales), no sin encontrar la resistencia antiseñorial de los siervos,49 a veces mitificada (Robin Hood). A diferencia del modo de producción esclavista, el modo de producción feudal ponía en el productor -campesino- la responsabilidad en el aumento de la producción: sea buena o mala la cosecha, debe pagar unas mismas rentas. Es por ello que el sistema por sí solo estimula el trabajo y la incorporación de lo que la experiencia demuestre como buenas prÔcticas agrícolas, incluso la incorporación de nuevas técnicas que mejoren el rendimiento de la tierra. Si el aumento de la producción es permanente y no coyuntural (una sola buena cosecha por causas climÔticas), quien empezarÔ a recibir estímulos serÔ el señor feudal, que detectarÔ ese aumento de los excedentes cuya extracción es la base de su renta feudal (mayor uso del molino, mayor circulación por los caminos y puentes, mayor consumo en tiendas y tabernas; de todos los cuales cobra impuestos o aspirarÔ a hacerlo), incluso se verÔ impulsado a subir la renta. Cuando lo que ocurre es que los campesinos, empujados por el aumento de sus familias, presionan los límites de los mansos roturando tierras antes incultas (eriales, pastos, bosques, humedales desecables), el señor podrÔ imponer nuevas condiciones, e incluso impedirlo, porque forman parte de su reserva o de sus usos monopolísticos (caza, alimento de sus caballos).
Caballos de tiro equipados con colleras para permitir el aprovechamiento eficaz de su fuerza. La fotografĆ­a es actual, pero la tecnologĆ­a empleada es similar a la mejorada en la Edad Media.
Esa dinÔmica lucha de clases entre siervos y señores dinamizaba la economía y hacía posible el inicio de una concentración de riquezas acumuladas a partir de las rentas agrícolas; pero nunca de manera comparable a la acumulación de capital propia del capitalismo, pues no se hacía con ellas inversión productiva (como hubiera ocurrido de disponer los campesinos del uso del excedente), sino atesoramiento en manos de nobleza y clero. Tal cosa, en última instancia, a través de los programas de construcción (castillos, monasterios, iglesias, catedrales, palacios) y el gasto suntuario en productos de lujo -caballos, armas sofisticadas, joyas, obras de arte, telas de calidad, tintes, sedas, tapices, especias- no pudo dejar de estimular el rudimentario comercio a larga distancia, la circulación monetaria y la vida urbana; en definitiva, el resurgimiento económico de Europa Occidental. Irónicamente, ambos procesos terminarían por minar las bases del feudalismo, y llevarlo hacia su destrucción.Nota 14 No obstante, no hay que imaginar que se produjo nada parecido a la revolución agrícola previa a la revolución industrial: el hecho de que ni campesinos ni señores pudieran convertir en capital el excedente (unos porque se lo extraían y otros porque su posición social era incompatible con las actividades económicas) hacía lenta y costosa cualquier innovación, ademÔs del hecho de que cualquier innovación chocaba con prejuicios ideológicos y una mentalidad fuertemente tradicionalista, ambas cosas propias de la sociedad preindustrial. Solo en el transcurso de siglos, y debido al ensayo y error del buen hacer artesanal de anónimos herreros y talabarteros sin ningún tipo de conexión con la investigación científica, se produjo la incorporación de escasas pero decisivas mejoras técnicas como la collera (que posibilita el aprovechamiento eficaz de la fuerza de los caballos de tiro, que empiezan a sustituir a los bueyes) o el arado de vertedera (que sustituye al arado romano en las tierras húmedas y pesadas del norte de Europa, no así en las secas y ligeras del sur). El barbecho de año y vez siguió siendo el método de cultivo mÔs utilizado; la rotación de cultivos era desconocida, el abonado era un recurso excepcional, dada la escasez de animales, cuyo estiércol era el único abono disponible; el regadío estaba limitado a algunas de las zonas mediterrÔneas de cultura islÔmica; se escatimaba la utilización de hierro en herramientas y aperos de labranza, dado su coste inasumible por los campesinos; el nivel técnico, en general, era precario. El molino de viento fue una transferencia tecnológica que, como tantas otras en otros campos (pólvora, papel, brújula, grabado), provenía de Asia. Aún con su alcance limitado, el conjunto de innovaciones y cambios se concentró especialmente en un periodo que algunos historiadores han venido en llamar el "Renacimiento" del siglo XII o la Revolución del siglo XII, momento en el que el dinamismo económico y social, a partir del motor principal, que es el campo, produce el despertar de un mundo urbano hasta entonces marginal en Europa Occidental, y el surgimiento de fenómenos intelectuales como la universidad medieval y la escolÔstica.
La universidad
Aula universitaria. Laurentius de Voltolina, segunda mitad del siglo XIV.
Siguiendo el precedente de la organización carolingia de las escuelas palatinas, catedralicias y monÔsticas (debida a Alcuino de York -787-), mÔs que el de otras instituciones semejantes existentes en el mundo islÔmico,Nota 15 las primeras universidades de la Europa cristiana fueron fundadas para el estudio del derecho, la medicina y la teología. La parte central de la enseñanza envolvía el estudio de las artes preparatorias (denominadas artes liberales por cuanto eran mentales o espirituales y liberaban del trabajo manual propio de las artesanías, consideradas oficios viles y mecÔnicos); estas artes liberales eran el trivium (gramÔtica, retórica y lógica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). Después, el alumno entraba en contacto con estudios mÔs específicos. AdemÔs de centros de enseñanza, eran también el lugar de investigación y producción del saber, y foco de vigorosos debates y polémicas, lo que a veces requirió incluso las intervenciones del poder civil y eclesiÔstico, a pesar de los fueros de los que estaban dotadas y que las convertían en instituciones independientes, bien dotadas económicamente con una base patrimonial de tierras y edificios. La transformación cultural generada por las universidades ha sido resumida de este modo: En 1100, la escuela seguía al maestro; en 1200, el maestro seguía a la escuela.52 Las mÔs prestigiosas recibían el nombre de Studium Generale, y su fama se extendía por toda Europa, requiriendo la presencia de sus maestros, o al menos la comunicación epistolar, lo que inició un fecundo intercambio intelectual facilitado por el uso común de la lengua culta, el latín.
Entre 1200 y 1400 fueron fundadas en Europa 52 universidades; 29 de ellas de fundación papal, las demÔs de fundación imperial o real. La primera fue posiblemente Bolonia (especializada en Derecho, 1088), a la que siguió Oxford (antes de 1096), de la que se escindió su rival Cambridge (1209), París, de mediados del siglo XII (uno de cuyos colegios fue La Sorbona, 1275), Salamanca (1218, precedida por el Estudio General de Palencia de 1208), Padua (1222), NÔpoles (1224), Coímbra (1308, trasladada desde el Estudio General de Lisboa de 1290), AlcalÔ de Henares (1293, refundada por el Cardenal Cisneros en 1499), La Sapienza (Roma, 1303), Valladolid (1346), la Universidad Carolina (Praga, 1348), la Universidad Jagellónica (Cracovia, 1363), Viena (1365), Heidelberg (1386), Colonia (1368) y, ya al final del periodo medieval, Lovaina (1425), Barcelona (1450), Basilea (1460) y Upsala (1477). En medicina gozaba de un gran prestigio la Escuela Médica Salernitana, con raíces Ôrabes, que provenía del siglo IX; y en 1220 empezó a rivalizar con ella la Facultad de Medicina de Montpellier.
La escolƔstica
La escolÔstica fue la corriente teológico-filosófica dominante del pensamiento medieval, tras la patrística de la Antigüedad tardía, y se basó en la coordinación de fe y razón, que en cualquier caso siempre suponía la clara sumisión de la razón a la fe (Philosophia ancilla theologiae -la filosofía es esclava de la teología-). Pero también es un método de trabajo intelectual: todo pensamiento debía someterse al principio de autoridad (Magister dixit -lo dijo el Maestro-), y la enseñanza se podía limitar en principio a la repetición o glosa de los textos antiguos, y sobre todo de la Biblia, la principal fuente de conocimiento, pues representa la Revelación divina; a pesar de todo ello, la escolÔstica incentivó la especulación y el razonamiento, pues suponía someterse a un rígido armazón lógico y una estructura esquemÔtica del discurso que debía exponerse a refutaciones y preparar defensas. Desde el comienzo del siglo IX al fin del XII los debates se centraron en la cuestión de los universales, que opone a los realistas encabezados por Guillermo de Champeaux, a los nominalistas representados por Roscelino y a los conceptualistas (Pedro Abelardo). En el siglo XII tiene lugar la recepción de textos de Aristóteles antes desconocidos en Occidente, primero indirectamente a través de los filósofos judíos y musulmanes, especialmente Avicena y Averroes, pero en seguida directamente traducido del griego al latín por san Alberto Magno y por Guillermo de Moerbeke, secretario de santo TomÔs de Aquino, verdadera cumbre del pensamiento medieval y elevado al rango de Doctor de la Iglesia. El apogeo de la escolÔstica coincide con el siglo XIII, en que se fundan las universidades y surgen las órdenes mendicantes: dominicos (que siguieron una tendencia aristotélica -los anteriormente citados-) y franciscanos (caracterizados por el platonismo y la tradición patrística -Alejandro de Hales o san Buenaventura-). Ambas órdenes coparÔn las cÔtedras y la vida de los colegios universitarios, y de ellas procederÔn la mayoría de los teólogos y filósofos de la época.
El siglo XIV representarÔ la crisis de la escolÔstica a través de dos franciscanos britÔnicos: el doctor subtilis Duns Scoto y Guillermo de Occam. Precedente de ambos sería la Escuela de Oxford (Robert Grosseteste y Roger Bacon) centrada en el estudio de la naturaleza, defendiendo la posibilidad de una ciencia experimental apoyada en la matemÔtica, contra el tomismo dominante. La polémica de los universales se terminó decantando por los nominalistas, lo que dejaba un espacio a la filosofía mÔs allÔ de la teología.
Los intelectuales medievales buscaban entender los principios geométricos y armónicos con los que Dios habría creado el Universo. El compÔs en esta ilustración de un manuscrito del siglo XIII es un símbolo del acto de creación de Dios.53
Ergo Domine, qui das fidei intellectum, da mihi, ut, quantum scis expedire, intelligam, quia es sicut credimus, et hoc es quod credimus. Et quidem credimus te esse aliquid quo nihil maius cogitari possit. An ergo non est aliqua talis natura, quia "dixit insipiens in corde suo: non est Deus" ? Luego SeƱor, tĆŗ que das el entendimiento a la fe, dame de entender, tanto como consideres bueno, que tĆŗ eres como creemos y lo que creemos. Y bien, creemos que tĆŗ eres algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna. Ahora, ¿acaso no existe esta naturaleza, porque "dijo el necio en su corazón: no hay Dios" ?
Anselmo de Canterbury, inicio del argumento ontológico para probar la existencia de Dios.
Proslogio, capĆ­tulo II (1078). La frase entrecomillada es una cita bĆ­blica (Salmos 13:1).54
Dicitur Exodi III, ex persona Dei, ego sum qui sum.
Deum esse quinque viis probari potest... Quinta via sumitur ex gubernatione rerum. Videmus enim quod aliqua quae cognitione carent, scilicet corpora naturalia, operantur propter finem, quod apparet ex hoc quod semper aut frequentius eodem modo operantur, ut consequantur id quod est optimum; unde patet quod non a casu, sed ex intentione perveniunt ad finem. Ea autem quae non habent cognitionem, non tendunt in finem nisi directa ab aliquo cognoscente et intelligente, sicut sagitta a sagittante. Ergo est aliquid intelligens, a quo omnes res naturales ordinantur ad finem, et hoc dicimus Deum.
Se dice en Ɖxodo 3,14 de la persona de Dios: "Yo soy el que es."
La existencia de Dios puede ser probada de cinco maneras distintas... La quinta se deduce a partir del ordenamiento de las cosas. Pues vemos que hay cosas que no tienen conocimiento, como son los cuerpos naturales, y que obran por un fin. Esto se puede comprobar observando cómo siempre o a menudo obran igual para conseguir lo mejor. De donde se deduce que, para alcanzar su objetivo, no obran al azar, sino intencionadamente. Las cosas que no tienen conocimiento no tienden al fin sin ser dirigidas por alguien con conocimiento e inteligencia, como la flecha por el arquero. Por lo tanto, hay alguien inteligente por el que todas las cosas son dirigidas al fin. Le llamamos Dios.
TomƔs de Aquino, quinta de las Cinco Vƭas (Quinquae viae) para probar la existencia de Dios.
Summa Theologiae (Suma Teológica, 1274), Quaestio 2, Articulus 3.55
CompƔrese con los argumentos actuales sobre el diseƱo inteligente.
El surgimiento de la burguesĆ­a
Signoria de Florencia, una institución municipal que ejerce el poder soberano en esta ciudad estado italiana, dominada por una potente burguesía artesanal y comercial que se va ennobleciendo y convirtiendo en patriciado urbano.
La burguesía es el nuevo agente social formado por los artesanos y mercaderes que surgen en el entorno de las ciudades, bien en las antiguas ciudades romanas que habían decaído, bien en nuevos núcleos creados en torno a castillos o cruces de caminos -los propiamente llamados burgos-. Muchas de estas ciudades incorporaron ese nombre - Hamburgo, Magdeburgo, Friburgo, Estrasburgo; en España Burgo de Osma o Burgos-.
La burguesía estaba interesada en presionar al poder político (imperio, papado, las diferentes monarquías, la nobleza feudal local o instituciones eclesiÔsticas -diócesis o monasterios- de las que dependieran sus ciudades) para que se facilitara la apertura económica de los espacios cerrados de las urbes, se redujeran los tributos de portazgo y se garantizaran formas de comercio seguro y una centralización de la administración de justicia e igualdad de las normas en amplios territorios que les permitieran desarrollar su trabajo, al tiempo que garantías de que los que vulnerasen dichas normas serían castigados con igual dureza en los distintos territorios.
Aquellas ciudades que abrían las puertas al comercio y a una mayor libertad de circulación, veían incrementar la riqueza y prosperidad de sus habitantes y las del señor, por lo que con reticencias pero de manera firme se fue difundiendo el modelo. Las alianzas entre señores eran mÔs comunes, no ya tanto para la guerra, como para permitir el desarrollo económico de sus respectivos territorios, y el rey fue el elemento aglutinador de esas alianzas.
Los burgueses pueden considerarse como hombres libres en cuanto estaban parcialmente fuera del sistema feudal, que literalmente los asediaba -se ha comparado a las ciudades con islas en un océano feudal-,56 porque no participaban directamente de las relaciones feudo-vasallÔticas: ni eran señores feudales, ni campesinos sometidos a servidumbre, ni hombres de iglesia. La sujeción como súbdito del poder político era semejante a un lazo de vasallaje, pero mÔs bien como señorío colectivo que hacía que la ciudad respondiera como un todo a las demandas de apoyo militar y político del rey o del gobernante a la que estuviera vinculada, y que a su vez participara en la explotación feudal del campo circundante (alfoz en España).
La expresión alemana Stadtluft macht frei "Los aires de la ciudad dan libertad", o "te hacen libre"Nota 16 (parÔfrasis de la frase evangélica "la verdad os harÔ libres"),58 indicaba que quienes podían radicarse en las ciudades, a veces huyendo literalmente de la sujeción de la servidumbre. El siervo huido se consideraba libre de retornar con su señor si conseguía domiciliarse en una corporación urbana por un año y un día.59 tenían todo un nuevo mundo de oportunidades que explotar, aunque no en régimen de libertad, entendida ésta en su forma contemporÔnea. La sujeción a las normas gremiales y a las leyes urbanas podía ser mÔs dura incluso que las del campo: la pax urbana significaba la rigidez en la aplicación de la justicia, que mantenía los caminos y las puertas de entrada flanqueados con cadÔveres de ajusticiados y un severo toque de queda, con cierre de puertas al anochecer y rondas de vigilancia. Eso sí: concedía a los burgueses la oportunidad de ejercer parcela de poder, incluyendo el uso de las armas en la milicia urbana (como las hermandades castellanas que se unificaron en la Santa Hermandad ya en el siglo XV), que en no pocas ocasiones se utilizaron en contra de las huestes feudales, con el beneplÔcito de las emergentes monarquías autoritarias. En el caso mÔs precoz y espectacular fueron las comunas italianas, que se independizaron de hecho del Sacro Imperio Romano GermÔnico a partir de la batalla de Legnano (1176).
Eva hilando ante la cuna de uno de sus hijos. Ilustración del folio 8 del Psalterio Hunter. La introducción de la rueca para hilar fue una de las innovaciones introducidas desde Asia en la Plena Edad Media. La de la ilustración es una hilandera primitiva, sin rueda. Ambas eran utilizadas tanto en la artesanĆ­a urbana como en las labores domĆ©sticas de las mujeres en campo y ciudad. Como todos los trabajos, dio origen a tensiones sociales: When Adam delved, and Eve span / Who was then a gentleman? ("Cuando AdĆ”n cavaba y Eva hilaba, ¿quiĆ©n era entonces caballero?") era una rima popular con la que el clĆ©rigo John Ball movilizó a los campesinos ingleses de la revuelta de 1381.
En los burgos surgieron muchas instituciones sociales nuevas. El desarrollo del comercio llevó aparejado consigo el del sistema financiero y la contabilidad. Los artesanos se unieron en asociaciones llamadas gremios, ligas, corporaciones, cofradías, o artes, según el lugar geogrÔfico. El funcionamiento interno de los talleres gremiales implicaba un aprendizaje de varios años del aprendiz a cargo de un maestro (el dueño del taller), que implicaba el paso de aquél a la condición de oficial cuando demostrara conocer el oficio, lo que implicaba su consideración como trabajador asalariado, una condición de por sí ajena al mundo feudal que incluso se trasladó al campo (en principio de manera marginal) con los jornaleros que no disponían de tierras propias ni concedidas por el señor. La asociación de los talleres en los gremios, funcionaba de manera completamente contraria al mercado libre capitalista: se procuraba evitar todo rasgo posible de competencia fijando los precios, las calidades, los horarios y condiciones de trabajo, e incluso las calles donde podían radicarse. La apertura de nuevos talleres y el paso del rango de oficial al de maestro estaban muy restringidos, de modo que en la prÔctica se incentivaban las herencias y los enlaces matrimoniales endogÔmicos dentro del gremio. El objetivo era conseguir la supervivencia de todos, no el éxito del mejor.
MÔs apertura demostró el comercio. Los buhoneros que iban de aldea en aldea, y los escasos aventureros que se atrevían a hacer viajes mÔs largos eran los mercaderes mÔs habituales de la Alta Edad Media, antes del año 1000. En tres siglos, para comienzos del siglo XIV, las ferias de Champaña y de Medina habían creado rutas terrestres estables y mÔs o menos seguras que (a lomos de mulas o con carretas en el mejor de los casos) recorrían Europa de norte a sur (en el caso castellano siguiendo las cañadas trashumantes de la Mesta, en el caso francés enlazando los emporios flamenco y norte-italiano a través de las prósperas regiones borgoñonas y renanas, todas ellas salpicadas de ciudades). La Hansa o liga hanseÔtica estableció a su vez rutas marítimas de una estabilidad y seguridad similar (con mayor capacidad de carga, en barcos de tecnología innovadora) que unían el BÔltico y el mar del Norte a través de los estrechos escandinavos, conectando territorios tan lejanos como Rusia y Flandes y rutas fluviales que conectaban todo el norte de Europa (ríos como el Rin y el Vístula), permitiendo el desarrollo de ciudades como Hamburgo, Lübeck y Danzing, y estableciendo consulados comerciales denominados kontor.60 En el MediterrÔneo se llamaron Consulado del Mar: el primero en Trani en 1063 y luego Pisa, Mesina, Chipre, Constantinopla, Venecia, Montpellier, Valencia (1283), Mallorca (1343) y Barcelona (1347).61 Cuando el estrecho de Gibraltar fue seguro, se pudieron conectar marítimamente ambas Europas, con rutas entre las ciudades italianas (sobre todo Génova), Marsella, Barcelona, Valencia, Sevilla, Lisboa, los puertos del CantÔbrico (Santander, Laredo, Bilbao), los del AtlÔntico francés y los del canal de la Mancha (ingleses y flamencos, sobre todo Brujas y Amberes). El contacto cada vez mÔs fluido de gentes de distintas naciones (como comenzaron a llamarse a las agrupaciones de comerciantes de cercano origen geogrÔfico que se entendían en la misma lengua vulgar, al igual que ocurría en las secciones de las órdenes militares) terminó produciendo que ambas instituciones funcionaran de hecho, como primitivas organizaciones internacionales.
Todo ello desarrolló un incipiente capitalismo comercial (véase también Historia del capitalismo) con el incremento o surgimiento ex novo de la economía monetaria, la banca (crédito, préstamos, seguros, letras de cambio), actividades que mantuvieron siempre recelos morales (pecado de usura para todas las que significara lucro indebido, y en que únicamente podían incurrir los judíos cuando prestaban a otros que no fueran de su religión, oficio prohibido tanto a los cristianos como a los musulmanes). La aparición de burgueses ricos y de una plebe urbana pobre originó un nuevo tipo de tensiones sociales, que produjeron revueltas urbanas.62 En cuanto a los aspectos ideológicos, la expresión del inconformismo burgués con su puesto marginal en la sociedad feudal estÔ en el origen de las herejías a lo largo de toda la Baja Edad Media (cÔtaros, valdenses, albigenses, dulcinianos, hussitas, wycliffianos). Los intentos de responder a esas demandas del mundo urbano por parte de la Iglesia, así como de controlarlas y en su caso reprimirlas, produjeron la aparición de las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos) y de la Inquisición. A veces, la imposibilidad de conseguir el control hizo optar por el exterminio, como ocurrió en Beziers en 1209, siguiendo la respuesta del legado pontificio Arnaud Amaury:63
- ¿Cómo distinguiremos a los herejes de los católicos? - Matadlos a todos, que Dios reconocerĆ” a los suyos
Las catedrales y la bĆŗsqueda de la altura
En la Edad Media, la oposición entre lo alto y lo bajo "se proyecta en el espacio": se construyen torres y murallas muy elevadas, muy visibles, para manifestar que se quiere escapar de lo "bajo"... lo alto y la altura designan lo que es grande y hermoso... se expresa en la construcción de los castillos y las catedrales... Esa oposición es el correlato de la que existe entre el cielo y la tierra.
(...)
Luego, se buscó la luz, e incluso se acabó por identificar a Dios con la luz. Los progresos técnicos, la búsqueda de espacios abiertos y el uso cada vez mÔs sofisticado del hierro y los diversos metales dieron nacimiento, entre los siglos XI y XIII a las grandes catedrales.64
La rivalidad entre castillos señoriales tuvo su correlato urbano en la rivalidad entre casas fortificadas, con torres desafiantes, que han sobrevivido en los espectaculares conjuntos de San Gimignano o de CÔceres. Mucho mÔs extendida estuvo la rivalidad de las catedrales, cuya construcción se demoraba por siglos, desarrollÔndose de un modo orgÔnico, sin que los planes originarios se terminaran, haciendo que el resultado final fuera habitualmente la suma de estilos muy diferentes. Se llegaron a producir verdaderas carreras de prestigio, como la que se prolongó por cientos de años entre las de Siena y Florencia. Las dimensiones extraordinarias de ambas hicieron imposible que se terminaran antes de la crisis bajomedieval, lo que determinó que los sieneses (izquierda: Catedral de Siena Duomo di Santa María) optaran por conformarse con lo construido hasta entonces (para que pudiera utilizarse desde sus inicios, siempre se comenzaban las obras por el Ôbside, permitiendo consagrar el altar y dar culto mientras continuaban las obras). Lo que se pretendía era convertir el actual brazo mayor en el menor, y construir un brazo mayor verdaderamente descomunal (proyecto de 1339 que tuvo que abandonarse; el diseño inicial era de 1215-1263). Mientras tanto, los florentinos (derecha: Catedral de Florencia Duomo di Santa María dei Fiori), humillados por no ser capaces de cubrir el gigantesco espacio central del crucero (un desproporcionado tambor octogonal sobreelevado), tuvieron que esperar a que Filippo Brunelleschi consiguiera resolver el desafío técnico con una impresionante cúpula que abre la época del Renacimiento (concurso de 1419 y construcción entre 1420 y 1436). Véase también catedrales de España.

Nuevas entidades polĆ­ticas

Poderes universales, monarquĆ­as feudales y ciudades-Estado
En la Plena Edad Media se observó una gran disparidad en la escala a que se ejercía el poder político: los poderes universales (Pontificado e Imperio) seguían reivindicando su primacía frente a las Monarquías feudales, que en la prÔctica funcionaban como estados independientes. Al mismo tiempo, entidades mucho mÔs pequeñas en extensión demostraban ser muy dinÔmicas en las relaciones internacionales (las ciudades-estado italianas y las ciudades libres del Imperio GermÔnico), y el municipalismo demostró ser una fuerza muy a tener en cuenta en todos los territorios de Europa.65
El redescubrimiento del Digesto justinianeo (Digestum Vetus) permitió el estudio autónomo del Derecho (Pepo e Irnerio) y el surgimiento de la Escuela de los Glosadores y de la Universidad de Bolonia (1088). Ese suceso, que permitirÔ el redescubrimiento paulatino del Derecho romano, llevarÔ a la formación del llamado Corpus Iuris Civilis y a la posibilidad de plantear un Ius commune (Derecho común), y justificar la concentración de poder y capacidad reglamentaria en la institución imperial, o en los monarcas, cada uno de los cuales empezarÔ a considerarse como imperator in regno suo ("emperador en su reino" -definiciones de BÔrtolo de Sassoferrato y Baldo degli Ubaldi-).
Rex superiorem non recognoscens in regno suo est Imperator: El rey no reconoce superiores, en su reino es emperador.
Decretal Per Venerabilem de Inocencio III, 1202.66
La difícil convivencia de Pontificado e Imperio (regnum et sacerdocium) a lo largo de los siglos dio origen entre 1073 y 1122 a la querella de las investiduras. Distintas formulaciones ideológicas (teoría de las dos espadas, Plenitudo potestatis, Dictatus papae, condenas de la simonía y el nicolaísmo) constituían un edificio levantado durante siglos por el que el Papa pretendía marcar la supremacía de la autoridad religiosa sobre el poder civil (lo que se ha venido denominando agustinismo político), mientras que el Emperador pretendía hacer valer la legitimidad de su cargo, que pretendía derivar del antiguo Imperio romano (Translatio imperii), así como el hecho material de su capacidad militar para imponer su poder territorial e incluso tutelar la vida religiosa (tanto en los aspectos institucionales como los dogmÔticos), a semejanza de su equivalente en Oriente. El acceso de distintas dinastías a la dignidad imperial debilitó el poder de los emperadores, sujetos a un sistema de elección que les hacía dependientes de un delicado juego de alianzas entre los dignatarios que alcanzaron el título de príncipe elector, unos laicos (príncipes territoriales, independientes en la prÔctica) y otros eclesiÔsticos (obispos de ciudades libres). No obstante, periódicamente se asistía a intentos de recuperar el poder imperial (Otón III y Enrique II entre los últimos otónidas), que en ocasiones llegaban a enfrentamientos espectaculares (Enrique IV, de la dinastía salia, o Federico I Barbarroja y Federico II de la dinastía Hohenstaufen). La oposición entre güelfos y gibelinos, cada uno asociado a uno de los poderes en liza (papa y emperador), presidió la vida política de Alemania e Italia desde el siglo XII hasta bien entrada la Baja Edad Media.
Ambas pretensiones distaron mucho de hacerse efectivas, agotadas en su propio debate y superadas por la mayor eficacia polĆ­tica de las entidades urbanas y los reinos del resto de Europa.67
Parlamentarismo
Apareció el parlamentarismo, una forma de representación política que con el tiempo se convirtió en el precedente de la división de poderes consustancial a la democracia de la Edad ContemporÔnea. La primacía en el tiempo la tiene el Alþingi islandés (930), que seguía el modelo de los thing o asambleas de guerreros germanos; pero desde finales del siglo XI se fue gestando un nuevo modelo institucional, derivado de la obligación feudal de consilium, que implicaba a los tres órdenes feudales, y se generalizó por Europa occidental: las Cortes de León (1188), el Parlamento inglés (1258) -previamente las relaciones de poder entre rey y nobleza habían sido reguladas en la Carta EMagna, 1215, o las Provisiones de Oxford, 1258- y los Estados Generales franceses (1302).

La Reforma Gregoriana y las reformas monƔsticas

Hildebrando de Toscana, ya desde su posición bajo los pontificados de León IX y NicolÔs II, y mÔs tarde como papa Gregorio VII (con lo que cubre toda la segunda mitad del siglo XI), emprendió un programa de centralización de la Iglesia, con la ayuda de los benedictinos de Cluny, que se extendieron por toda Europa Occidental implicando a las monarquías feudales (destacadamente en los reinos cristianos peninsulares, a través del Camino de Santiago).
Las siguientes reformas monÔsticas, como la cartuja (San Bruno) y sobre todo la cisterciense (San Bernardo de Claraval) significarÔn nuevos fortalecimientos de la jerarquía eclesiÔstica y su implantación dispersa en todo el territorio europeo como una impresionante fuerza social y económica ligada a las estructuras feudales, vinculada a las familias nobles y a las dinastías regias y con una base de riqueza territorial e inmobiliaria, a la que se añadía el cobro de los derechos propios de la Iglesia (diezmos, primicias, derechos de estola, y otras cargas locales, como el voto de Santiago en el noroeste de España).
El fortalecimiento del poder papal intensificó las tensiones políticas e ideológicas con el Imperio GermÔnico y con la Iglesia oriental, que en este caso terminarÔn llevando al Cisma de Oriente.
Las Cruzadas trajeron como consecuencia la creación de un tipo especial de órdenes religiosas, que, ademÔs de someterse a una regla monÔstica (habitualmente la cisterciense, incluyendo el cumplimiento teórico de los votos monÔsticos) exigían a sus componentes una vida castrense mÔs que ascética: fueron las órdenes militares, fundadas tras la toma de Jerusalén en 1099 (caballeros del Santo Sepulcro, templarios -1104- y hospitalarios -1118-). También se constituyeron en otros contextos geogrÔficos (órdenes militares españolas y caballeros teutónicos).
La adaptación a la pujante vida urbana de los siglos XII y XIII serÔ misión de un nuevo ciclo de fundaciones en el clero regular: las órdenes mendicantes, cuyos miembros no eran monjes, sino frailes (franciscanos de San Francisco de Asís y dominicos de Santo Domingo de GuzmÔn, a las que siguieron otras, como los agustinos); y de nuevas instituciones: las Universidades y la Inquisición.

Innovaciones dogmƔticas y devocionales

Anunciación por Conrad von Soest, 1403. La Virgen, modelo de virtudes femeninas, cuya inocencia es simbolizada por el lirio, escucha el mensaje divino traído por el arcÔngel San Gabriel y acepta su destino (concebir a Cristo por obra y gracia del Espíritu Santo -la paloma-) con humildad y obediencia: Ecce ancilla Domini; fiat mihi secundum verbum tuum: He aquí la esclava del Señor; hÔgase en mí según tu palabra (Lucas 1:38).68
A partir del siglo XI y el siglo XII, se introdujeron en el cristianismo latino innovaciones dogmƔticas y devocionales de gran trascendencia:
La imposición del rito romano frente a la anterior multiplicidad de liturgias (rito hispÔnico, rito bracarense, rito ambrosiano, etc.)
La imposición del celibato sacerdotal en el Concilio de LetrÔn (1123).
El hallazgo del papel del purgatorio como estadio intermedio de las almas entre cielo e infierno, que intensificarÔ la función intermediadora de la Iglesia a través de las oraciones y misas y los méritos de la Comunión de los Santos por ella administrados.
MariologĆ­a
La intensificación del papel de la Virgen María, que pasa a ser una corredentora con atributos investigados por la mariología y aún no dogmatizados (Inmaculada Concepción, Asunción de la Virgen), con nuevas devociones y oraciones (Avemaría -yuxtaposición de textos evangélicos que se introduce en occidente en el siglo XI-, Salve -adoptada por Cluny en 1135-, Rosario -introducido por Santo Domingo contra los albigenses-), una fiebre de fundaciones de iglesias en su nombre, y con un amplísimo tratamiento artístico. En la época del amor cortés la devoción a la Virgen apenas podía distinguirse, al menos en las formas, de la que el caballero sentía por su dama.Nota 17
La mariologĆ­a habĆ­a nacido en la Antigüedad tardĆ­a con la patrĆ­stica, y el culto popular de la virgen fue uno de los factores clave de la suave transición del paganismo al cristianismo, que suele interpretarse como una adaptación del patriarcal monoteĆ­smo del judaĆ­smo al matriarcal panteón de las diosas-vĆ­rgenes-madre del MediterrĆ”neo clĆ”sico: la cananea AstartĆ©, la babilonia Istar, las griegas Rea y Gaia, la frigia Cibeles, la Artemisa de Ɖfeso, la DemĆ©ter de Eleusis, la egipcia Isis, etc., si bien "hay dos diferencias fundamentales entre el culto cristiano a MarĆ­a y los cultos paganos: la clara conciencia de la absoluta trascendencia de Dios, que opera como factor que elimina cualquier tendencia idolĆ”trica y la oposición por parte del cristianismo a una divinización de la vida que ponga en peligro el carĆ”cter absolutamente libre de la decisión creadora de Dios".Nota 18 La controversia Cristotokos-Theotokos (MarĆ­a como "Madre de Cristo" o "Madre de Dios"), y el amplio tratamiento de Ć©sta en el arte bizantino habĆ­an caracterizado a la iglesia oriental. El protagonismo de la Virgen quedaba ampliamente compensado con la misoginia del tratamiento de otras figuras femeninas, destacadamente Eva, la Magdalena y Santa MarĆ­a EgipcĆ­aca. La renuncia al cuerpo (la carne enemiga del alma) y a las riquezas, que da oportunidad al arrepentimiento y la redención (y confĆ­a su gestión a la Madre Iglesia) solĆ­a ser el aspecto mĆ”s destacable tambiĆ©n en las vidas de otras santas y mĆ”rtires.69
Sacramentos y cohesión social. Minorías religiosas
El pecado original, por Bertram von Minden, 1375. El tema de AdÔn y Eva daba la ocasión mÔs habitual de representación de desnudos durante la Edad Media.
Por último, la institucionalización de los sacramentos, especialmente la penitencia y la comunión pascual que se plantean como trÔmites anuales que el fiel ha de cumplir ante su pÔrroco y confesor. La vivencia comunitaria de los sacramentos, sobre todo los que significan cambios vitales (bautismo, matrimonio, extrema unción), y los rituales funerarios, cohesionaban fuertemente a las sociedades locales tanto aldeanas como urbanas, sobre todo cuando se enfrentaban a la convivencia con otras comunidades religiosas -judíos en toda Europa y musulmanes en España-.
La celebración de las festividades en días distintos (viernes los musulmanes, sÔbados los judíos, domingos los cristianos), los distintos tabúes alimentarios (cerdo, alcohol, rituales de matanza que obligan a separar las carnicerías) y la separación física de las comunidades -guetos, aljamas o juderías y morerías- planteaban una situación que, incluso con tolerancia religiosa, distaba mucho de ser un trato igualitario. Los judíos cumplieron una función social de chivo expiatorio que dio salida a las tensiones sociales en determinados momentos, con el estallido de pogromos (revueltas antijudías, que tras la conversiones masivas dieron paso a revueltas anticonversas) o con las políticas de expulsión (Inglaterra -1290-, Francia -1394- y España -1492- y Portugal en 1496). La existencia de minorías religiosas dentro del cristianismo, en cambio, no podía ser aceptada, puesto que la comunidad política se identificaba con la unidad en la fe. Los definidos como herejes, por tanto, eran perseguidos por todos los medios.
Delito y pecado. El sexo
En cuanto a las desviaciones del comportamiento que no supusieran desafíos de opinión sino delitos o pecados (conceptos identificables y de imposible deslindamiento), su tratamiento era objeto de las jurisdicciones civil (que aplicaba el fuero correspondiente, la legislación del reino o el derecho común) y religiosa (que aplicaba el Derecho Canónico en cuestiones ordinarias, o el procedimiento inquisitorial en caso necesario), cuya coordinación era a veces compleja, como ocurría con las desviaciones de la conducta sexual considerada correcta (masturbación, homosexualidad, incesto, estupro, amancebamiento, adulterio y otros asuntos matrimoniales).70 En cualquier caso, la vivencia de la sexualidad y la desnudez del cuerpo tuvo tratamientos muy distintos en cada época y lugar; y diferentes expectativas para cada nivel social (se consideraba que era propio de los campesinos un comportamiento animal, es decir, natural, y se pretendía que los nobles y clérigos tuvieran mÔs voluntad para controlar sus instintos).
También costumbres como los baños (conocidos desde las termas romanas y reintroducidos por los Ôrabes) y prÔcticas como la prostitución fueron objeto de críticas morales y reglamentaciones mÔs o menos permisivas, llegando en el caso de los baños progresivamente hasta la prohibición (se les acusaba de inmorales y de producir el afeminamiento de los guerreros), y en el de la prostitución al confinamiento en determinados barrios, la obligación de llevar determinadas prendas y la detención de sus actividades en determinadas fechas (Semana Santa). La erradicación de la prostitución no se concebía posible, dado lo inevitable del pecado, y su papel de mal menor que evitaba que el deseo irrefrenable de los varones fuera en contra del honor de las doncellas y las mujeres respetables. Por lo general, los historiadores suelen coincidir que el periodo de la Plena Edad Media fue una etapa de mayor libertad de costumbres que no tuvo que esperar a El Decamerón (1348), y que en algunas cuestiones, como la condición femenina, significó una verdadera promoción, tanto frente a la Alta Edad Media como frente a la Edad Moderna;71 aunque el extendido mito de que se llegara a dudar si la mujer tenía alma es un error filológico.72

Expansión geogrÔfica de la Europa feudal

Willelm Dux, el Duque Guillermo de Normandƭa dirige sus tropas a la batalla de Hastings que le convertirƔ en rey de Inglaterra (1066). Tapiz de Bayeux, bordado pocos aƱos despuƩs.
La expansión geogrÔfica se llevó a cabo, o se intentó llevar a cabo, al menos, en varias direcciones, siguiendo no tanto un propósito determinado por concepciones nacionalistas inexistentes en la época, sino la dinÔmica propia de las casas feudales. Los normandos, vikingos asentados en Normandía, dieron origen a una de las casas feudales mÔs expansivas de Europa, que se extendió por Francia, Inglaterra e Italia, enlazada con las de Anjou-Plantagenet y Aquitania. Las casas de Navarra y Castilla (dinastía Jimena), Francia, Borgoña y Flandes (Capetos, Casa de Borgoña -extendida por la península ibérica-, Valois) y Austria (casa de Habsburgo) son otros buenos ejemplos, y todas ellas se vieron vinculadas por alianzas, enlaces matrimoniales y enfrentamientos sucesorios o territoriales, consustanciales a las relaciones feudo-vasallÔticas y expresión de la violencia inherente al feudalismo.73 En el contexto espacial de la Europa Nórdica y Centro-Oriental tuvieron un desarrollo similar la Casa de Sweyn Estridsson danesa, la Bjälbo noruega y los Sverker y Erik suecos; y mÔs tarde la Dinastía Jogalia o Jagellón (Hungría, Bohemia, Polonia y Lituania).
En España, simultÔneamente a la disolución del Califato de Córdoba (en guerra civil desde el 1010 y extinguido el 1031), se creó un vacío de poder que los reinos feudales cristianohispÔnicos de Castilla, León, Navarra, Portugal y Aragón (fusionado dinÔsticamente con el condado de Barcelona) intentaron aprovechar, expandiéndose frente a los reinos de taifas musulmanes en la llamada Reconquista. En las islas britÔnicas, el reino de Inglaterra intentó repetidas veces invadir a Gales, Escocia e Irlanda, con mayor o menor éxito.
Reconstrucción de un drakkar, embarcación usada habitualmente por los vikingos.
En Europa del Norte, acabadas las invasiones de los vikingos, las riquezas saqueadas por éstos sirvieron para adquirir productos y servicios occidentales, creando en el mar BÔltico una próspera red comercial que atrajo a los escandinavos a la civilización occidental, mientras su expansión hacia el oeste por el AtlÔntico (Islandia y Groenlandia) no pasó de la mítica Vinlandia (asentamiento fracasado en América del Norte, en torno al año 1000). Los vikingos orientales, (varegos), fundaron numerosos reinos en la Rusia europea y llegaron hasta Constantinopla. Los vikingos occidentales (normandos) se instalaron en Normandía, Inglaterra, Sicilia y el sur de la actual Italia, creando reinos centralizados y eficientes (Rolón, Guillermo el Conquistador y Roger I de Sicilia). En el este, en el año 955, Otón el Grande batió a los magiares en la batalla del Río Lech y reincorporó Hungría a Occidente, al tiempo que comenzaba la "germanización" de Polonia, hasta entonces pagana. Posteriormente, desde tiempos de Enrique el León (siglo XII), los alemanes se fueron abriendo paso a través de las tierras de los vendos, hasta el mar BÔltico, en un proceso de colonización conocido como Ostsiedlung (que serÔ mitificado posteriormente con el romÔntico nombre de Drang nach Osten, o AfÔn de ir hacia el Este, lo que sirvió para justificar la teoría nazi del espacio vital alemÔn Lebensraum). Pero sin lugar a dudas, el movimiento de expansión mÔs espectacular, aunque finalmente fallido, fueron las Cruzadas, en donde selectos miembros de la nobleza guerrera occidental cruzaron el mar MediterrÔneo e invadieron el Medio Oriente, creando reinos de efímera duración.
Luis IX de Francia (San Luis) dirigió a sus caballeros a un desembarco naval contra el fuerte egipcio de Damietta en la Quinta Cruzada (1217-1221).
Las Cruzadas
Las Cruzadas fueron expediciones emprendidas, en cumplimiento de un solemne voto, para liberar Tierra Santa de la dominación musulmana. El origen de la palabra remonta a la cruz hecha de tela y usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte en esas iniciativas, a partir de la petición del Papa Urbano II y las predicaciones de Pedro el Ermitaño. Las sucesivas cruzadas tuvieron lugar entre los siglos XI y XIII. Fueron motivadas por los intereses expansionistas de la nobleza feudal, el control del comercio con Asia y el afÔn hegemónico del papado sobre las iglesias de Oriente.
Balance de la expansión geogrÔfica
Espada, cetro, orbe y corona (con su característica cruz inclinada) de San Esteban de Hungría, rey magiar convertido al cristianismo y coronado en diciembre del año 1000 por el papa Silvestre II, en un acto similar al que protagonizó Carlomagno exactamente doscientos años antes, significando en este caso la expansión del cristianismo occidental y las instituciones feudales por la Europa centro-oriental.
El balance de esta expansión fue espectacular, por comparación a la vulnerabilidad de la oscura época anterior: Tras medio siglo de instituciones carolingias, hacia 843 (Tratado de Verdún), los territorios que podían identificarse mÔs o menos próximamente con ellas (lo que podría denominarse una formación social cristiano occidental) se extendían por Francia, el oeste y sur de Alemania, el sur de Gran Bretaña, las montañas septentrionales de España y el norte de Italia. Un siglo después, en la época de la batalla del Río Lech (955), no había región de Europa Occidental a salvo de las nuevas oleadas de invasores bÔrbaros, que parecían conducir a una nueva crisis de civilización.Nota 19
Sin embargo, en los dos siglos siguientes al fatídico año mil el panorama había cambiado completamente: para la época de la batalla de Navas de Tolosa (1212), habían sido incorporadas a la civilización europea toda Italia hasta Sicilia, la Gran Bretaña no inglesa (Escocia y Gales), Escandinavia (que se expandía por el AtlÔntico Norte hasta Groenlandia), buena parte de Europa Oriental (Polonia, Bohemia, Moravia y Hungría, quedando los pueblos eslavos de los Balcanes y Rusia en la órbita del cristianismo oriental e institucionalizando sus propios reinos) y media península ibérica (en el transcurso del siglo XIII lo sería toda excepto el tributario reino nazarí de Granada, quedando marcado definitivamente el predominio cristiano sobre el estrecho de Gibraltar con la batalla del Salado -1340-). Otros territorios periféricos (como Lituania o Irlanda) estaban sometidos a una presión militar cada vez mayor por parte de los reinos centrales de la cristiandad latina. MÔs allÔ de los límites de Europa Occidental, las incursiones militares de huestes latinas de muy variada composición habían puesto en sus manos lugares tan lejanos como Constantinopla y los ducados Atenas y de Neopatria o Jerusalén y los Estados Cruzados.

Cristianos, musulmanes y judƭos en la penƭnsula ibƩrica

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