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La Historia como ciencia


Dentro de la popular división entre ciencias y letras o humanidades, se tiende a clasificar a la historia entre las disciplinas humanísticas junto con otras ciencias sociales (también denominadas ciencias humanas); o incluso se la llega a considerar como un puente entre ambos campos, al incorporar la metodología de estas a aquellas.

 La ambigüedad de esa división del conocimiento humano, y el cuestionamiento de su conveniencia, ha llevado al llamado debate de las dos culturas. No todos los historiadores aceptan la identificación de la historia con una ciencia social, al considerarla una reducción en sus mĆ©todos y objetivos, comparables con los del arte si se basan en la imaginación (postura adoptada en mayor o menor medida por Hugh Trevor-Roper, John Lukacs, Donald Creighton, Gertrude Himmelfarb o Gerhard Ritter). 

Los partidarios de su condición cientĆ­fica son la mayor parte de los historiadores de la segunda mitad del siglo XX y del siglo XXI (incluyendo, de entre los muchos que han explicitado sus preocupaciones metodológicas, a Fernand Braudel, E. H. Carr, Fritz Fischer, Emmanuel Le Roy Ladurie, Hans-Ulrich Wehler, Bruce Trigger, Marc Bloch, Karl Dietrich Bracher, Peter Gay, Robert Fogel, Lucien Febvre, Lawrence Stone, E. P. Thompson, Eric Hobsbawm, Carlo Cipolla, Jaume Vicens Vives, Manuel Tuñón de Lara o Julio Caro Baroja). Buena parte de ellos, desde una perspectiva multidisciplinar (Braudel combinaba historia con geografĆ­a, Bracher con ciencia polĆ­tica, Fogel con economĆ­a, Gay con psicologĆ­a, Trigger con arqueologĆ­a), mientras los demĆ”s citados lo hacĆ­an a su vez con las anteriores y con otras, como la sociologĆ­a y la antropologĆ­a. 

Esto no quiere decir que entre ellos hayan alcanzado una posición comĆŗn sobre las consecuencias metodológicas de la aspiración de la historia al rigor cientĆ­fico, ni mucho menos que propongan un determinismo que (al menos desde la revolución einsteniana de comienzos del siglo XX) no proponen ni las llamadas ciencias duras.8​ Por su parte, los historiadores menos proclives a considerar cientĆ­fica su actividad tampoco defienden un relativismo estricto que imposibilitarĆ­a de forma total el conocimiento de la historia y su transmisión; y de hecho de un modo general aceptan y se someten a los mecanismos institucionales, acadĆ©micos y de prĆ”ctica cientĆ­fica existentes en historia y comparables a los de otras ciencias (Ć©tica de la investigación, publicación cientĆ­fica, revisión por pares, debate y consenso cientĆ­fico, etc.). 

 La utilización que hace la historia de otras disciplinas como instrumentos para obtener, procesar e interpretar datos del pasado permite hablar de ciencias auxiliares de la historia de metodologĆ­a muy diferente, cuya subordinación o autonomĆ­a depende de los fines a los que estas mismas se apliquen.
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