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El inicio de la Edad Media

Artículo principal: Antigüedad tardía

Sueño de Constantino antes de la batalla del Puente Milvio. In hoc signo vinces (Con este signo vencerÔs). Ilustración de las Homilías de san Gregorio Nacianceno, siglo IX.
 
El papa Silvestre I bendice a Constantino, del que recibe con la tiara (sƭmbolo del pontificado romano clƔsico, similar a otros tocados polƭtico-religiosos, como la doble corona de los faraones) el poder temporal sobre Roma. Fresco del siglo XIII, capilla de San Silvestre, monasterio de los Cuatro Santos Coronados.
Aunque se han propuesto varias fechas para el inicio de la Edad Media, de las cuales la mĆ”s extendida es la del aƱo 476, lo cierto es que no podemos ubicar el inicio de una manera tan exacta ya que la Edad Media no nace, sino que "se hace" a consecuencia de todo un largo y lento proceso que se extiende por espacio de cinco siglos y que provoca cambios enormes a todos los niveles de una forma muy profunda que incluso repercutirĆ”n hasta nuestros dĆ­as. Podemos considerar que ese proceso empieza con la crisis del siglo III, vinculada a los problemas de reproducción inherentes al modo de producción esclavista, que necesitaba una expansión imperial continua que ya no se producĆ­a tras la fijación del limes romano. Posiblemente tambiĆ©n confluyeran factores climĆ”ticos para la sucesión de malas cosechas y epidemias; y de un modo mucho mĆ”s evidente las primeras invasiones germĆ”nicas y sublevaciones campesinas (bagaudas), en un periodo en que se suceden muchos breves y trĆ”gicos mandatos imperiales. Desde Caracalla la ciudadanĆ­a romana estaba extendida a todos los hombres libres del Imperio, muestra de que tal condición, antes tan codiciada, habĆ­a dejado de ser atractiva. El Bajo Imperio adquiere un aspecto cada vez mĆ”s medieval desde principios del siglo IV con las reformas de Diocleciano: difuminación de las diferencias entre los esclavos, cada vez mĆ”s escasos, y los colonos, campesinos libres, pero sujetos a condiciones cada vez mayores de servidumbre, que pierden la libertad de cambiar de domicilio, teniendo que trabajar siempre la misma tierra; herencia obligatoria de cargos pĆŗblicos —antes disputados en reƱidas elecciones— y oficios artesanales, sometidos a colegiación —precedente de los gremios—, todo para evitar la evasión fiscal y la despoblación de las ciudades, cuyo papel de centro de consumo y de comercio y de articulación de las zonas rurales cada vez es menos importante. Al menos, las reformas consiguen mantener el edificio institucional romano, aunque no sin intensificar la ruralización y aristocratización (pasos claros hacia el feudalismo), sobre todo en Occidente, que queda desvinculado de Oriente con la partición del Imperio. Otro cambio decisivo fue la implantación del cristianismo como nueva religión oficial por el Edicto de Tesalónica de Teodosio I el Grande (380) precedido por el Edicto de MilĆ”n (313) con el que Constantino I el Grande recompensó a los hasta entonces subversivos por su providencialista ayuda en la batalla del Puente Milvio (312), junto con otras presuntas cesiones mĆ”s temporales cuya fraudulenta reclamación (Pseudo-donación de Constantino) fue una constante de los Estados Pontificios durante toda la Edad Media, incluso tras la evidencia de su refutación por el humanista Lorenzo Valla (1440).
División del Imperio romano, año 395.
NingĆŗn evento concreto —a pesar de la abundancia y concatenación de hechos catastróficos— determinó por sĆ­ mismo el fin de la Edad Antigua y el inicio de la Edad Media: ni los sucesivos saqueos de Roma (por los godos de Alarico I en el 410, por los vĆ”ndalos en el 455, por las propias tropas imperiales de Ricimero en 472, por los ostrogodos en 546), ni la pavorosa irrupción de los hunos de Atila (450-452, con la batalla de los Campos CatalĆ”unicos y la extraƱa entrevista con el papa León I el Magno), ni el derrocamiento de Rómulo AugĆŗstulo (Ćŗltimo emperador romano de Occidente, por Odoacro el jefe de los hĆ©rulos -476-); fueron sucesos que sus contemporĆ”neos consideraran iniciadores de una nueva Ć©poca. La culminación a finales del siglo V de una serie de procesos de larga duración, entre ellos la grave dislocación económica, las invasiones y el asentamiento de los pueblos germanos en el Imperio romano, hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes 300 aƱos, la Europa Occidental mantuvo un perĆ­odo de unidad cultural, inusual para este continente, instalada sobre la compleja y elaborada cultura del Imperio romano, que nunca llegó a perderse por completo, y el asentamiento del cristianismo. Nunca llegó a olvidarse la herencia clĆ”sica grecorromana, y la lengua latina, sometida a transformación (latĆ­n medieval), continuó siendo la lengua de cultura en toda Europa occidental, incluso mĆ”s allĆ” de la Edad Media. El derecho romano y mĆŗltiples instituciones continuaron vivas, adaptĆ”ndose de uno u otro modo. Lo que se operó durante ese amplio periodo de transición (que puede darse por culminado para el aƱo 800, con la coronación de Carlomagno) fue una suerte de fusión con las aportaciones de otras civilizaciones y formaciones sociales, en especial la germĆ”nica y la religión cristiana. En los siglos siguientes, aĆŗn en la Alta Edad Media, serĆ”n otras aportaciones las que se aƱadan, destacadamente el islam.
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