Aunque se han propuesto varias fechas para el inicio de la Edad Media, de las cuales la mƔs extendida es la del aƱo
476,
lo cierto es que no podemos ubicar el inicio de una manera tan exacta
ya que la Edad Media no nace, sino que "se hace" a consecuencia de todo
un largo y lento proceso que se extiende por espacio de cinco siglos y
que provoca cambios enormes a todos los niveles de una forma muy
profunda que incluso repercutirĆ”n hasta nuestros dĆas. Podemos
considerar que ese proceso empieza con la
crisis del siglo III,
vinculada a los problemas de reproducción inherentes al modo de
producción esclavista, que necesitaba una expansión imperial continua
que ya no se producĆa tras la fijación del
limes
romano. Posiblemente tambiƩn confluyeran factores climƔticos para la
sucesión de malas cosechas y epidemias; y de un modo mucho mÔs evidente
las primeras
invasiones germƔnicas y sublevaciones campesinas (
bagaudas), en un periodo en que se suceden muchos breves y trƔgicos mandatos imperiales. Desde
Caracalla la
ciudadanĆa romana
estaba extendida a todos los hombres libres del Imperio, muestra de que
tal condición, antes tan codiciada, habĆa dejado de ser atractiva. El
Bajo Imperio adquiere un aspecto cada vez mƔs medieval desde principios del
siglo IV con las reformas de
Diocleciano: difuminación de las diferencias entre los
esclavos, cada vez mƔs escasos, y los
colonos,
campesinos
libres, pero sujetos a condiciones cada vez mayores de servidumbre, que
pierden la libertad de cambiar de domicilio, teniendo que trabajar
siempre la misma tierra; herencia obligatoria de cargos pĆŗblicos —antes
disputados en reƱidas elecciones— y oficios artesanales, sometidos a
colegiación —precedente de los
gremios—,
todo para evitar la evasión fiscal y la despoblación de las ciudades,
cuyo papel de centro de consumo y de comercio y de articulación de las
zonas rurales cada vez es menos importante. Al menos, las reformas
consiguen mantener el edificio institucional romano, aunque no sin
intensificar la ruralización y aristocratización (pasos claros hacia el
feudalismo), sobre todo en Occidente, que queda desvinculado de Oriente
con la partición del Imperio. Otro cambio decisivo fue la implantación
del
cristianismo como nueva religión oficial por el
Edicto de Tesalónica de
Teodosio I el Grande (
380) precedido por el
Edicto de MilƔn (
313) con el que
Constantino I el Grande recompensó a los hasta entonces subversivos por su
providencialista ayuda en la
batalla del Puente Milvio (
312), junto con otras presuntas cesiones mÔs temporales cuya fraudulenta reclamación (Pseudo-
donación de Constantino) fue una constante de los
Estados Pontificios durante toda la Edad Media, incluso tras la evidencia de su refutación por el humanista
Lorenzo Valla (
1440).
División del Imperio romano, año
395.
NingĆŗn evento concreto —a pesar de la abundancia y concatenación de hechos catastróficos— determinó por sĆ mismo el fin de la
Edad Antigua y el inicio de la Edad Media: ni los sucesivos
saqueos de Roma (por los
godos de
Alarico I en el
410, por los
vƔndalos en el
455, por las propias tropas imperiales de
Ricimero en
472, por los
ostrogodos en
546), ni la pavorosa irrupción de los
hunos de
Atila (
450-
452, con la
batalla de los Campos CatalƔunicos y la extraƱa entrevista con el papa
León I el Magno), ni el derrocamiento de
Rómulo Augústulo (último emperador romano de Occidente, por
Odoacro el jefe de los
hƩrulos -
476-); fueron sucesos que sus contemporÔneos consideraran iniciadores de una nueva época. La culminación a finales del
siglo V
de una serie de procesos de larga duración, entre ellos la grave
dislocación económica, las invasiones y el asentamiento de los pueblos
germanos en el
Imperio romano, hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes 300 aƱos, la
Europa Occidental
mantuvo un perĆodo de unidad cultural, inusual para este continente,
instalada sobre la compleja y elaborada cultura del Imperio romano, que
nunca llegó a perderse por completo, y el asentamiento del
cristianismo. Nunca llegó a olvidarse la herencia clÔsica grecorromana, y la
lengua latina, sometida a transformación (
latĆn medieval), continuó siendo la lengua de cultura en toda Europa occidental, incluso mĆ”s allĆ” de la Edad Media. El
derecho romano
y múltiples instituciones continuaron vivas, adaptÔndose de uno u otro
modo. Lo que se operó durante ese amplio periodo de transición (que
puede darse por culminado para el aƱo
800, con la coronación de
Carlomagno)
fue una suerte de fusión con las aportaciones de otras civilizaciones y
formaciones sociales, en especial la germÔnica y la religión cristiana.
En los siglos siguientes, aún en la Alta Edad Media, serÔn otras
aportaciones las que se aƱadan, destacadamente el
islam.
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