Es impropio hablar de Edad Media en otras civilizaciones
Mapa TO, con JerusalƩn en el centro, y las tres partes simplificadas del mundo recordado, mƔs que conocido en la Edad Media.
La Historia de Japón (que durante este periodo estaba en formación como civilización, adaptando las influencias chinas a la cultura autóctona y expandiĆ©ndose desde las islas meridionales a las septentrionales), a pesar de su mayor lejanĆa y aislamiento, suele ser paradójicamente mĆ”s asociada al tĆ©rmino medieval; aunque tal denominación es acotada por la historiografĆa, significativamente, a un periodo medieval que se localiza entre los aƱos 1000 y 1868, para adecuarse al denominado feudalismo japonĆ©s anterior a la era Meiji (vĆ©ase tambiĆ©n shogunato, han y castillo japonĆ©s).13
La Historia de la India o la del Ćfrica negra a partir del siglo VII contaron con una mayor o menor influencia musulmana, pero se atuvieron a dinĆ”micas propias bien diferentes (Sultanato de Delhi, Sultanato de Bahmani, Imperio Vijayanagara —en la India—, Imperio de MalĆ, Imperio Songhay —en Ćfrica negra—). Incluso llegó a producirse una destacada intervención sahariana en el mundo mediterrĆ”neo occidental: el Imperio AlmorĆ”vide.
De un modo todavĆa mĆ”s claro, la Historia de AmĆ©rica (que atravesaba sus periodos clĆ”sico y postclĆ”sico) no tuvo ningĆŗn tipo de contacto con el Viejo Mundo, mĆ”s allĆ” de la llegada de la denominada Colonización vikinga en AmĆ©rica que se limitó a una reducida y efĆmera presencia en Groenlandia y la enigmĆ”tica Vinland, o las posibles posteriores expediciones de balleneros vascos en parecidas zonas del AtlĆ”ntico Norte, aunque este hecho ha de entenderse en el contexto del gran desarrollo de la navegación de los Ćŗltimos siglos de la Baja Edad media, ya encaminada a la Era de los Descubrimientos.
Lo que sĆ ocurrió, y puede considerarse como una constante del periodo medieval, fue la periódica repetición de puntuales interferencias centroasiĆ”ticas en Europa y el Próximo Oriente en forma de invasiones de pueblos del Asia Central, destacadamente los turcos (kƶktürks, jĆ”zaros, otomanos) y los mongoles (unificados por Gengis Kan) y cuya Horda de Oro estuvo presente en Europa Oriental y conformó la personalidad de los estados cristianos que se crearon, a veces vasallos y a veces resistentes, en las estepas rusas y ucranianas. Incluso en una rara ocasión, la primitiva diplomacia de los reinos europeos bajomedievales vio la posibilidad de utilizar a los segundos como contrapeso a los primeros: la frustrada embajada de Ruy GonzĆ”lez de Clavijo a la corte de TamerlĆ”n en Samarcanda, en el contexto del asedio mongol de Damasco, un momento muy delicado (1401-1406) en el que tambiĆ©n intervino como diplomĆ”tico Ibn JaldĆŗn. Los mongoles ya habĆan saqueado Bagdad en una incursión de 1258.
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